Ella se había ofrecido a él para que se alimentara de ella. Libremente, de buena gana. Dos veces. Fue solo cortés por su parte llevarla a su cama.
No tenía nada que ver con que se sintiera tan bien en sus brazos o con su renuencia a soltarla. Y ciertamente no era porque su aroma tan cerca así fuera reconfortante.
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