Capítulo 155 A cuatro patas
Los tacones de Cathleen resonaron sobre el cemento pulido, un ritmo entrecortado perdido entre los gemidos y las fuertes bofetadas que resonaban en el pasillo poco iluminado. Las cuerdas de terciopelo creaban islas de libertinaje en un mar de observadores ansiosos. Su mirada revoloteaba a su alrededor, tratando de anclarse en esta nueva realidad.
Se detuvo cerca de una de esas islas. Una mujer, con la espalda arqueada en señal de sumisión, estaba siendo asegurada a un banco. La alta figura que la envolvía en la oscuridad se movía con precisión, las correas de cuero apretadas sobre las pálidas muñecas y los tobillos, y un cinturón ceñido a la cintura. Aquí escapar era una fantasía.
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