Capítulo 34 No está escrito en el contrato que debo saludarte
Los brillantes rayos del sol se filtraban a través de las cortinas de intrincado diseño, sus hilos dorados captaban la luz y proyectaban un cálido resplandor por toda la habitación. Los muebles, dignos de una reina, brillaban bajo la suave luz, cada pieza cuidadosamente seleccionada para crear una atmósfera de opulencia y elegancia. Era como si el sol mismo hubiera descendido en la habitación, trayendo consigo una sensación de grandeza y lujo que sólo se podía encontrar en los entornos más majestuosos.
Cuando Dora Jackson finalmente logró abrir los ojos, fue recibida por la vista de su marido, que todavía dormía a su lado. Pasó un rato mirando al hombre, con el ceño fruncido mientras lo hacía. El hombre se había mostrado cauteloso respecto a los detalles de la situación matrimonial de Cathleen. Había intentado varias veces que el hombre revelara la identidad del otro. Pero hasta el día de hoy, su marido ha seguido evitando responder a la pregunta. Dora se rascó la nuca y se devanó los sesos en busca de una estrategia más eficaz sobre cómo acercarse a Cathleen.
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