Capítulo 85 Nos mintieron
Las manos de Avery temblaban sobre el volante, cada una respirando con un jadeo superficial mientras navegaba por las calles familiares a través de un velo de lágrimas. Su mente daba vueltas ante la abrumadora imposibilidad: Cathleen había ocupado su lugar en el altar, Cathleen, que se suponía que no sería más que una nota a pie de página en el gran plan de vida de Avery. El aguijón de la traición ardía dentro de ella, como sal frotada vigorosamente en una herida abierta. El corazón de Avery latía con fuerza en su pecho en un intento frenético por escapar del peso asfixiante de todo. Había huido del restaurante, con el sabor de la humillación pesado en su lengua y amenazando con ahogarla con cada trago.
El camino de grava resonó bajo sus neumáticos mientras corría de regreso a la casa. Cada guijarro parecía burlarse de ella, un cruel recordatorio de las ilusiones destrozadas que la aguardaban en su interior. Sus dedos temblaron cuando sacó las llaves, agarró su bolso y descuidadamente se quitó los tacones altos, descartándolos cerca del auto. Los zapatos parecían grilletes, símbolos de la vida falsa que había estado llevando.
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