Capítulo 1278 Un acto misericordioso
—Ya que te gustó tanto ese machete carmesí, deberías unirte a él en su tumba. —Emir envainó su Espada Cazadora y echó una mirada a la aterrorizada multitud que lo rodeaba. Se burló y declaró—: Aunque yo, Tigre, sea un forajido, soy de los que distinguen con claridad entre la gratitud y el rencor. Me niego a masacrar a los inocentes.
Sus palabras parecían aclarar por qué había decidido rescatar a todos de las arenas movedizas, pero también parecían comunicar que pensaba que era indigno de él ponerles la mano encima con intención de matar.
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