El resultado era claro. La Divinidad de Antabamba había demostrado ser un poco superior.
Los Treinta y Seis Guardianes del Palacio Devorador de Cielos apenas podían defenderse contra él. Cuando la Divinidad de Antabamba empuñó la Espada Divina de Control Espiritual, no pudieron hacer nada más que evitar su filo afilado.
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