Capítulo 8 Rey del Río Sur
—Señor Luna, ¿en qué puedo ayudarle? —Una voz educada sonó por el altavoz del teléfono tras conectarse la llamada.
—Ayúdame a hackear una red personal. Quiero todos los documentos y fotos de su computadora. Envíame los archivos lo antes posible.
—¡Sí, señor!
Tras dar la breve y concisa instrucción, Emir colgó la llamada y envió a la otra parte un currículum de hombre. Éste pertenecía nada menos que a Zacarías.
Emir estaba presente cuando Cordelia despidió a Zacarías ayer. A través de su observación, se dio cuenta de algo sospechoso acerca de él.
En primer lugar, al enfrentarse al interrogatorio de Cordelia, Zacarías ni siquiera se molestó en dar explicaciones y admitió de forma directa que se había confabulado con el Grupo Encanto.
En segundo lugar, mostró una evidente sonrisa burlona durante su marcha, como si estuviera tramando algo.
Teniendo en cuenta las actividades recientes y futuras, programadas por el Grupo Cordelia, Emir tuvo la corazonada de que lo más probable era que se manipulara el lanzamiento de un nuevo producto de la empresa al día siguiente.
Había copiado el currículum de la base de datos de la empresa y ordenado a alguien que hackeara la computadora de este último.
Emir confiaba en poder sacar algún trapo sucio sobre Zacarías para evitar que éste hiciera alguna tontería durante la rueda de prensa. Esa era su medida de seguridad.
Después de desayunar, bajó a dar un paseo.
Cuando llegó al jardín de la mansión, vio a alguien de pie ante la puerta del patio.
El desconocido era un hombre de unos cuarenta años, de rostro cuadrado y barba bien recortada. Tenía una expresión severa y digna.
Ese hombre era Óscar Landeta, pero la gente de Distrito de Jade solía dirigirse a él como «Rey del Río Sur».
—¡Saludos, Señor del Imperio! Soy Óscar Landeta, Rey del Río Sur —saludó Óscar con voz sonora, doblando con brusquedad el cuerpo en una reverencia de noventa grados, al ver a Emir.
Llevaba más de una hora esperando ahí, con la espalda erguida todo el tiempo, como si un momento de flojera pudiera rebajar su reverencia hacia Emir.
Solo había cambiado su postura en una reverencia cuando este último apareció.
—Eres rápido en recibir noticias de mi llegada —dijo Emir con indiferencia mientras miraba a Óscar.
No conocía a nadie que llevara el título de «Rey del Río Sur», pero podía intuir que Óscar practicaba artes marciales.
—Mi hermano mayor es el subordinado del General Chávez y, de forma deliberada, me recordó que me ocupara de sus necesidades, Señor del Imperio.
—¿Te preocupas por mis necesidades? ¿No estás aquí para engatusarme? —Emir resopló.
—¡Nunca me atrevería a hacer eso!
Óscar empezó a sudar frío. Sentía como si una montaña lo inmovilizara y lo asfixiara.
«El aura del Señor del Imperio es demasiado aterradora».
Otros podrían pensar que Emir era un tipo corriente. Pero, cualquiera que le conociera un poco se daría cuenta de que, cuanto más corriente parecía una persona, más miedo daba.
Óscar era un buen ejemplo. Si no se le hubiera informado de antemano sobre la identidad de Emir, habría asumido que éste no era más que el típico adolescente. Pero, después de conocer su estatus, cada palabra y acción de éste ejercía una inmensa presión sobre él.
—Relájate. Independiente de tu intención, has venido en el momento adecuado.
Justo cuando Óscar estaba a punto de asfixiarse, las palabras de Emir lo revitalizaron.
—¡Sus deseos son órdenes!
—Bien. —Emir asintió—. Hay algunas cosas que necesito que hagas. En primer lugar, sospecho que Inmobiliarias Garbosa tiene algo que ver con el incendio del Orfanato Resplandor de hace quince años, así que quiero que investigues a fondo al responsable. En segundo lugar, la empresa de mi hermana, Grupo Cordelia, dará mañana una rueda de prensa para el lanzamiento de su nuevo producto. Espero que des ejemplo. Lo tercero es…
Después de que Emir explicara las tareas a Óscar, éste se retiró con cortesía, con una emoción absoluta revolviéndose en su interior.
«La oportunidad de servir al Señor del Imperio es un honor que anhelan innumerables personas. Me pregunto cuánta gente estará celosa de mí, sabiendo que tengo la suerte de ser bendecido con este privilegio».
Poco después de la marcha de Óscar, Emir recibió una notificación por correo electrónico.
Volvió a su habitación y utilizó la computadora de Cordelia para acceder a su cuenta de correo electrónico y descargar la carpeta comprimida.
Tras descomprimir el archivo, se dio cuenta de que la carpeta contenía un contenido impactante. No pudo evitar curvar los labios en una sonrisa desdeñosa.
—¡Increíble!
«A Zacarías no le pasará nada si se mantiene obediente. Por el contrario, si es tan tonto como para provocar problemas durante el evento de mañana, estos documentos que tengo son suficientes para arruinar su reputación».
Al día siguiente, uno tras otro, los miembros de los medios de comunicación se presentaron en la sala de conferencias de la decimotercera planta del Grupo Cordelia.
Cordelia enfatizó:
—Debes revisar bien su identificación laboral y no dejar entrar a personas irrelevantes.
El jefe de seguridad, Hernán Granados, se palmeó el pecho y le aseguró:
—Señorita Cordelia, puede contar conmigo.
Pero Cordelia seguía sintiéndose incómoda cuando se preparaba entre bastidores.
Emir le pellizcó la palma de la mano y preguntó:
—¿Qué te pasa, Delia?
—No lo sé. Mi párpado derecho ha estado temblando desde la mañana. No puedo deshacerme de esta sensación de presentimiento en mi corazón.
—Las cosas irán bien. Yo estoy aquí. Incluso si el mundo se derrumba, estaré aquí para apoyarte.
—Lo único de lo que eres capaz es de consolarme. —Ella lo fulminó con la mirada.
Aunque sabía que no sería de mucha ayuda, aunque ocurriera algo, Cordelia se sintió más tranquila de manera inexplicable después de escuchar sus palabras.
A las diez en punto comenzó la rueda de prensa.
Cordelia se retocó el maquillaje antes de subir al escenario, asombrando al instante a todos los miembros de los medios de comunicación, con su aspecto.
Habían escuchado hablar de ella en el pasado y conocían la existencia de la hermosa directora general de Distrito de Jade, pero la mayoría creía que las historias eran exageradas.
Al fin y al cabo, en los tiempos que corren, cualquier mujer con unos rasgos faciales adecuados puede considerarse una belleza después de esforzarse un poco en acicalarse.
Incluso una mujer corriente puede convertirse en una diosa, sobre todo con la ayuda de la edición de imágenes y los filtros de cámara.
Pero, cuando Cordelia salió, los miembros de los medios de comunicación se dieron cuenta de que estaban equivocados.
Cordelia era alta y esbelta, y tenía un temperamento extraordinario. Sus cautivadores rasgos faciales eran en extremo cautivadores. A diferencia de las influencers que se maquillaban mucho para estar guapas, Cordelia podía eclipsar al noventa y nueve por ciento de las mujeres, aplicándose una ligera capa de cosméticos.
En efecto, era tan exquisita como se rumoreaba.
Los periodistas se animaron de inmediato.
La actuación de Cordelia tampoco decepcionó al público. Presentó los nuevos productos de su empresa de forma ordenada y elegante. Su nerviosismo cuando se preparaba bajo el escenario parecía haber desaparecido sin dejar rastro.
La primera mitad de la rueda de prensa transcurrió con normalidad.
Cordelia dejó escapar un suspiro de alivio y se preguntó si en verdad estaba preocupada por nada. Por desgracia, la situación empeoró al poco tiempo.
Una reportera se levantó de repente y preguntó:
—Me han informado de que han despedido a un empleado veterano para ascender a un juguete. ¿Puedo saber si es cierto?
Los rostros de todo el personal del Grupo Cordelia cambiaron de manera drástica.
—¿Cuál es el problema con esa periodista? ¿Quién le ha permitido plantear una pregunta tan insensata?
Algunos de los guardias de seguridad de la empresa quisieron echar a la reportera de la sala, pero Hernán se los impidió.
—Por favor, responda a mi pregunta, señora Cordelia. —La periodista fue insistente.
Los demás miembros de los medios de comunicación también enfocaron el rostro de Cordelia con sus cámaras. Estaban más interesados en descubrir la vida privada de la guapa directora ejecutiva, que en el lanzamiento de los nuevos productos del Grupo Cordelia.
—Esa pregunta no tiene nada que ver con la rueda de prensa de hoy, así que me niego a responder —replicó Cordelia mientras mostraba una expresión gélida.
—¿Qué relación tiene?
En ese momento, la puerta de la sala de conferencias se abrió de un empujón, seguida de la entrada de Zacarías.
Junto a él estaba Simón, quien estaba sentado en una silla de ruedas y tenía las dos piernas escayoladas. También tenía un brazo vendado y colgado delante del pecho.
Cuando Hernán se percató de la escena, en lugar de detenerlos, se adelantó y tomó la iniciativa de ayudar a Simón a empujar su silla de ruedas.
Un periodista colocó de inmediato un micrófono cerca de la boca de Zacarías.
—Señor, ¿hay algún rencor entre usted y el Grupo Cordelia?
—Por supuesto. Soy el empleado veterano que fue despedido por Cordelia.