Capítulo 82 El pretendiente
He estado de un humor pésimo desde que los padres de Rachel regresaron a la ciudad. Son contadas las ocasiones en las que podemos vernos, porque ella teme que se enteren de que está relacionada conmigo. ¡Por el amor de Dios! No soy el maldito demonio que anda cazando almas para llevarlas al infierno y condenarlas al ardor eterno. Soy un tipo común y corriente, dentro de lo que cabe. Por supuesto, tengo costumbres muy particulares y nada ortodoxas, que una madre no vería con buenos ojos. Además, qué carajos importa si, al final de cuentas, no voy a convertirme en su yerno ni en el marido de su hija. Lo nuestro tiene fecha de caducidad.
«Entonces, ¿por qué sigues con ella? ¿No se suponía que la ibas a dejar una vez te cansaras de usarla a tu antojo? ¿Qué emigrarías a nuevas tierras? Estás tardando demasiado para tomar una decisión al respecto»
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