Capítulo 28 El siervo de dios
Escucho voces a mi alrededor y los sollozos de una mujer que se parecen a los de mi madre. Me siento aturdida, perdida y confusa. ¿Esto es un sueño?
―Es mi culpa, reverendo, nunca debí dejarla salir de la casa ―la mujer llora desconsolada. Intento moverme, pero me siento demasiado cansada y débil―. Ella nos suplicó tanto que no tuve el valor para negárselo ―le explica, llena de culpa―. Es que la vi tan feliz y emocionada que no pude negarme y terminé accediendo a sus súplicas, pero ahora que la veo tendida en esa cama y ardiendo en fiebre, me doy cuenta del error que cometí.
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