Capítulo 11 Deja que te lave
«Hay algo que pesa en mi pecho y mis muslos». Este fue el primer pensamiento que cruzó por mi mente aún somnolienta mientras me despertaba poco a poco. Al darme cuenta de que debía de haberme quedado dormida mientras me acostaba con Eduardo, mis ojos se abrieron de golpe con pánico. El techo blanco de arriba, la tranquilidad y la suave cama bajo mi cuerpo no era lo que esperaba despertar después de aquella aventura en el espacio cerrado del coche. Más allá de todas esas cosas sorprendentes estaba el hecho de que la pesada carga sobre mi pecho era el musculoso brazo de Eduardo y la carga sobre mis muslos era su pierna mientras él dormía hondo mientras me abrazaba. Los dos desnudos, su cara enterrada en mi cuello para que pudiera sentir su cálido aliento regular contra mi piel.
Tener sexo es una cosa, pero acurrucarse en la cama mientras dormimos es otra, me hacía sentir como si fuéramos de verdad amantes y no me cabía en la cabeza esa idea. Nunca había hecho esto con nadie más que con Luciano cuando era más joven y me llevaba a la cama. Ezequiel y yo no dormimos juntos, follamos... duro, y el Oscuro Ezequiel no se abraza. Mirando la cara de Eduardo, tenía que admitir a regañadientes que era tan atractivo. Sus pestañas marrón oscuro eran largas, su piel clara y suave, su nariz... era la versión joven y mandona del príncipe Luciano. Parecía tan inocente cuando dormía entre mis brazos, lo que contrastaba con su personalidad cuando estaba despierto.
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