Capítulo 40 La soledad
Ricardo tomó su uniforme de mayordomo y se dirigió a su propia habitación con la excusa de que necesitaba cambiarse la ropa mojada. En realidad, necesitaba estar solo y alejado de Sabrina. Entró en su habitación y cerró la puerta tras de sí. Una vez cerrada la puerta, Ricardo se desplomó en el suelo apoyándose en la puerta de su habitación.
—Sabrina... —Ricardo jadeó su nombre con los ojos cerrados mientras se desabrochaba el cinturón. Luego se bajó la cremallera de los pantalones para liberar su enorme y palpitante pene de la restrictiva tela. Miró su herramienta erecta, la prueba de su deseo de hacer el amor con Sabrina. Fingir que no sentía nada mientras tocaba su suave cuerpo desnudo le estaba pasando factura a su propio cuerpo y mente. Tenía que escapar del lado de Sabrina antes de que sus impulsos carnales se apoderaran de él.
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