—¿Qué ocurre? ¿Por qué no la quiere?
—¡Esa infeliz es una maldita perra del demonio! —agregó con infinito odio, tal como el que Serena sentía por ella—. ¡Cuando el señor Eugene estaba muy enfermo ella... ! —su rostro dibujó un gesto de desagrado que Oscar no supo interpretar.
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