Serena levantó la vista hacia sus ojos. Le encantaban sus ojos. Eran una vista al cielo y lo que había en ellos, prometía el paraíso.
—Serena... —la sacó del embelesamiento —. Puedes confiar en mí —aseguró el hombre mirándola con paciencia. Serena despertó del adormecimiento emocional tan agradable para volver a poner los pies en la tierra.
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