—¿Qué? —. Oscar se inclinó sobre su escritorio para escucharla mejor.
—¡Sí, voy a ser rica! —exclamó dejando el bolso sobre el escritorio lleno de papeles para unir sus manos con devoción por el dinero que sabía que iba a arrebatarle a su peor enemiga—. ¡Por fin pondré a esa mustia de Serena en la calle! ¡Le quitaré absolutamente todo!
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