Capítulo 4 Se ha quitado un gran peso de encima
—¿Realmente no estoy soñando?
Miranda murmuró para sí misma mientras estaba acostada en su cama y sostenía su acta de matrimonio sobre su cabeza. Su mente estaba en un estado de confusión total cuando de repente recordó la última frase que Sebastián le dijo en el auto. Dijo que podía darle todo, excepto su amor. Tras pensarlo un poco más, se dio cuenta de que a ella le ocurría lo mismo. Había perdido todas sus esperanzas en el amor por la humillante traición que sufrió hace dos años. A causa de ese incidente, incluso pensó que era probable que no volviera a enamorarse de otra persona el resto de su vida. De lo contrario, no habría acudido a la cita a ciegas. Las citas a ciegas estaban pensadas para que la gente pusiera sus requisitos sobre la mesa, no para que sintieran algo el uno por el otro. El matrimonio no era más que un espectáculo para que las personas demostraran que uno llevaba una supuesta «vida normal». Miranda sintió que se había quitado un gran peso de encima cuando se le ocurrió esa idea. Su casamiento con Sebastián fue la cosa más inesperada de todas las sorpresas, pero la naturaleza de su matrimonio era consistente con lo que ella había planeado: casarse no por amor, sino simplemente para pasar sus vidas en compañía del otro. Por lo tanto, no tenía nada de qué preocuparse. Después de consolarse un rato, se tapó la cabeza con la manta y se quedó dormida.
Ya eran más de las cinco de la tarde cuando se despertó. El sol del atardecer colgaba bajo en el cielo mientras proyectaba su brillo sobre la cabecera de la cama de Miranda. Ella se frotó los ojos porque aún se sentía adormecida por el sueño. Mientras aún reflexionaba aturdida sobre la posibilidad de seguir durmiendo un poco más, la ferviente voz de su madre se escuchó desde el exterior de la puerta, haciéndola estremecer.
—Señor Montes de Oca, ¿cierto? Pase, tome un poco de agua y una manzana. Es fresca; la he comprado esta mañana en el mercado.
«¿Sr. Montes de Oca? ¿Tomar un poco de agua? ¿Tomar una manzana? ¿Hay alguien en mi casa?». Miranda se rascó la cabeza, pero tardó un momento en recordar de repente que Sebastián dijo que iría a su casa. «¿Podría este señor Montes de Oca ser Sebastián?». Miranda salió corriendo de la habitación a la velocidad de un cohete. En cuanto salió, se topó con la Sra. Lima, que estaba a punto de tocar a su puerta mientras sostenía una bandeja con frutas. Su madre la miró de mala manera antes de mostrar una sonrisa amable y cariñosa en un abrir y cerrar de ojos. Dijo con voz ni fuerte ni suave:
—Miranda, has salido en el momento perfecto. El Sr. Montes de Oca está aquí; date prisa para charlar con él.
El corazón de Miranda dio un vuelco al escuchar las palabras de su madre. Miró inconsciente el reloj de la pared y vio que eran exactamente las seis de la tarde. ¡Realmente había venido! Además, era bastante puntual. Miranda mostró una incómoda sonrisa mientras intentaba retirarse a su habitación. Pero la Sra. Lima, con sus ojos agudos y sus hábiles movimientos, agarró inmediatamente a su hija por el brazo y la arrastró hasta delante de Sebastián, que estaba sentado en el sofá del salón.
—Charlen mientras termino de cocinar —dijo la Sra. Lima con una sonrisa antes de abandonar de inmediato la habitación.
El aire del salón se congeló en un instante. Miranda se quedó parada en un sitio; no sabía qué hacer. Ni siquiera tenía idea de hacia dónde debía mirar, así que alternaba su mirada entre sus pies y Sebastián. Él llevaba una chaqueta deportiva de color hueso. Parecía firme y animado, mucho más amable que cuando vestía traje con corbata durante el día. «Volvió para cambiarse de ropa?». La mente de Miranda empezó a divagar de nuevo.
—Miranda Lima. —Sebastián abrió la boca y rompió el silencio entre ellos.
ella levantó sin pensar la cabeza y contestó sin darse cuenta:
—Presidente Montes de Oca.
En cuanto habló se dio cuenta de que había cometido un error, pues no le había dicho a Sebastián que era una empleada del Grupo Montes de Oca. Ahora que había expuesto su identidad, ¿pensaría él que era una mujer intrigante? ¿Sospecharía que ella había orquestado la cita a ciegas de ese día? Un sinfín de escenarios pasaron por su mente en un instante. Para su sorpresa, a Sebastián no le importó lo que dijo. Continuó:
—Dame tu mano. —Miranda le extendió la mano derecha con respeto—. Tu mano izquierda, por favor —dijo él.
Miranda retiró su mano derecha y extendió la izquierda dócilmente. Entonces, Sebastián sacó un anillo de platino y lo colocó en el dedo anular de la mano izquierda de ella. Lo hizo con suavidad, de forma gentil y elegante. Miranda, sin embargo, se quedó boquiabierta; su corazón latía con fuerza mientras miraba el anillo en su dedo anular, sin poder hablar. Cuando miró a Sebastián, descubrió que éste tenía un anillo en su dedo anular izquierdo que era exactamente igual al suyo, sólo que el de él lucía especialmente deslumbrante en su largo y lampiño dedo.
—El tamaño es correcto.
Sebastián asintió satisfecho por la elección del anillo.
—Yo…
El corazón de Miranda se sintió como en turbulencia una vez más.
—Te he dicho que te lo daré todo. —Sebastián levantó los ojos para mirar a Miranda mientras decía—: Llámame Sebastián a partir de ahora. Yo te llamaré Miranda.
Su voz era muy suave, pero sus palabras tenían una finalidad incuestionable.
—Yo… —Miranda trató de calmarse mientras preguntaba—: ¿No vamos demasiado rápido? Sólo nos hemos visto una vez, así que parece que aún no me conoces muy bien, ¿no?
Se sonrojó mientras finalmente dejaba salir lo que quería decir. Para ser sincera, no tenía reparos en casarse con Sebastián ya que no sufriría ninguna pérdida al hacerlo, pero sería una gran pérdida para él. De hecho, ser la Sra. Montes de Oca era una inmensa fortuna para ella, ya que ese título tenía más valor que diez camiones llenos de diamantes.
—¿A qué te refieres con lo de conocerte?
Sebastián levantó un poco las cejas. Miranda apretó los labios ante su pregunta antes de dar algunos ejemplos.
—Por ejemplo, cómo me llamo, dónde trabajo y de qué universidad me he graduado…
—Eres Miranda Lima. Tienes 24 años y eres licenciada en ciencias administrativas por la Universidad del Pedregal. Ahora trabajas en el Grupo Montes de Oca. Tuviste un novio que estudiaba finanzas mientras que estabas en la universidad, pero rompiste con él cuando te graduaste…
—Muy bien, es suficiente.
Miranda cortó de inmediato a Sebastián al escuchar sus palabras. Al instante se sonrojó por la mención de su relación pasada, mientras que él parecía perfectamente tranquilo mientras respondía a su pregunta con seriedad. Tragó saliva al pensar que Sebastián parecía conocerla bastante bien. Pero ya que el tema de conversación había llegado a esto, ¿se interesaría él por sus relaciones pasadas? ¿Tendría malentendidos sobre ella? Después de pensarlo un poco más, Miranda finalmente decidió explicarle un poco a Sebastián. Murmuró sus palabras en voz baja:
—La relación que tuve con mi ex mientras estaba en la universidad fue platónica. Sólo le tomé la mano dos veces. —Con eso se sonrojó hasta las orejas.
Al principio, a Sebastián no le importaba este asunto, pero cuando vio a Miranda hablar de ello con tanta seriedad, no pudo evitar sentir que la chica que tenía delante era linda. Al sentirlo, la mirada fría de sus ojos se desvaneció un poco.