Capítulo 2 Casarse
El auto se detuvo justo después de terminar su frase. Entonces, Manuel Flores, su asistente personal, que había estado sentado en silencio en el asiento del copiloto, salió del auto. Abrió la puerta para Miranda y le indicó que saliera.
—¿Oficina de Registro Civil?
Miranda se quedó incrédula al ver el destino; se pellizcó el brazo con fuerza, para hacer enseguida una mueca de dolor. «¿No es demasiado rápido?». No se había preparado para el matrimonio. Además, no podía evitar sentirse un poco obligada a casarse. Miranda quiso echarse para atrás, pero Manuel, que estaba al lado, se acercó a ella y la llamó con una sonrisa:
—Señorita Lima.
Nerviosa, Miranda encontró una excusa para sí misma.
—No he traído mis documentos.
Después de todo, ¡nunca había escuchado de nadie que tuviera que casarse justo después de tener una cita a ciegas! Manuel sonrió mientras guiaba a Miranda al interior del edificio.
—Está bien.
Miranda tuvo la sensación de estar subida a un árbol al ver la forma en que actuaba Manuel. Se dio la vuelta y miró a Sebastián, que seguía en el auto. Recordando su expresión de hace un momento, Miranda sintió que podría matarla si huía. Así que sólo pudo prepararse y seguir a Manuel a la Oficina de Registro Civil. Pasaron menos de diez minutos antes de que ella saliera de la Oficina con un pequeño libro rojo en la mano. El libro «su acta de matrimonio» brillaba deslumbrante bajo la luz del sol. Miranda se dio unas palmaditas en la cara mientras seguía soñando. Se había casado con Sebastián sin necesidad de documentos y sin tener que estar presente junto al novio. ¿Se había convertido en una mujer casada, así como así? Seguía sintiendo que todo era tan irreal, hasta que Sebastián bajó del auto, sólo entonces recobró el sentido. Él tomó su acta de matrimonio de la mano de Manuel y la guardó en el bolsillo del forro de su chaqueta. Luego, levantó los ojos y miró a Miranda mientras decía:
—Tendré una reunión urgente dentro de un rato, así que haré que Manuel te lleve a casa primero. Luego visitaré a tus padres.
Miranda asintió resignada a su destino. Al ver su respuesta, Sebastián no dijo nada más; se dio la vuelta y se dirigió al cruce de carreteras. Luego, paró un taxi y se marchó. La mente de Miranda empezó a divagar mientras veía desaparecer a Sebastián de su vista. El incidente de ese día era bastante extraño; se preguntaba qué había hecho de bueno para haberse casado con Sebastián Montes de Oca, el príncipe azul de toda Ciudad Pedregal. Después de despedir a Sebastián, Manuel abrió la puerta del auto para Miranda y dijo:
—Por favor, entre en el auto, señora. —«¿Señora?». Miranda salió de su aturdimiento al escuchar como la llamaba. Miró a Manuel con cara de vergüenza y asintió antes de entrar en el auto—. Señora, esta es mi tarjeta de presentación con mi número de teléfono. Llámame cuando quiera si necesita algo en el futuro.
Manuel se dio la vuelta y entregó su tarjeta a Miranda con ambas manos. Manuel era el principal asistente personal de Sebastián. Con su alta posición, podía ser considerado el superior de los jefes de Miranda. Al ver que le entregaba su tarjeta en persona, ella se puso bastante nerviosa. Tomó la tarjeta con ambas manos y dijo de forma involuntaria:
—Gracias Je…
Se calló de inmediato antes de terminar la frase cuando se dio cuenta de que casi se le había escapado. «Jefe Flores» era el apodo que ella y sus colegas daban a Manuel dentro de la empresa; si Sebastián fuera un rey, Manuel sería su ayudante principal.
—No hay necesidad de ser cortés conmigo, Señora —dijo Manuel con reverencia y cortesía.
Al ver que le dedicaba una sonrisa tan cortés y amistosa, Miranda tragó saliva y decidió guardar silencio. No pudo evitar la sensación de que lo ocurrido ese día era demasiado surrealista, sobre todo teniendo en cuenta que se había casado apenas tres horas después de su cita a ciegas. En retrospectiva, sintió que se había precipitado demasiado; no debería haberse sometido sin condiciones a Sebastián solo porque era su jefe. No tenía ni idea de cómo iba a explicarle a su madre lo que había pasado cuando volviera a casa.