Capítulo 84 Súplicas desesperadas
Carlos tomó el peluche de la cama, evocando las innumerables noches de los últimos dos años en las que Jesica solo lograba conciliar el sueño aferrada a él. De no haber ocurrido aquel incidente, habría sido un buen esposo y padre.
El nombre «Jesica» aún resonaba en su mente. Cada vez que lo pronunciaba, sus labios albergaban oleadas de amor que fluían y refluían incesantemente por ella. Simplemente no podía dejarla atrás.
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