Capítulo 6 Asedio financiero
Jesica despertó cerca del mediodía, el sol filtrándose por las cortinas. Su primer pensamiento fue de alivio: Carlos no había enviado a nadie para eliminarla. Como esposa reconocida de la familia Talavera, su muerte repentina mancharía inevitablemente la reputación de Carlos y su clan, incluso sin una boda oficial o anuncio público.
Esta realización trajo consigo una amarga ironía. Los Talavera, lejos de querer deshacerse de ella, probablemente la protegerían en secreto. La única forma en que su muerte no los implicaría sería si ella misma decidiera quitarse la vida. Pero Jesica descartó esa idea con determinación. No le daría a Linda, esa mujer despreciable, la satisfacción de verla rendirse. La imagen de su propio funeral, con Carlos guiando a Linda, fingiendo dolor mientras arrojaban descuidadamente una flor blanca sobre su cuerpo, le revolvió el estómago.
En días normales, Jesica habría disfrutado de dormir hasta tarde, despertando al mediodía para encontrar a Carlos preparándole el almuerzo, alimentándola personalmente con cariño. Ahora, esos gestos de afecto eran solo recuerdos dolorosos. Demasiado agotada emocionalmente para cocinar, decidió pedir comida a domicilio.
Sin embargo, al intentar pagar, descubrió que su tarjeta de crédito había sido desactivada. Era la tarjeta secundaria de Carlos, con un límite de 1,5 millones. Su bloqueo solo podía significar una cosa.
—Carlos ordenó personalmente desactivar mi tarjeta —murmuró Jesica, la realización golpeándola como una bofetada—. Está intentando forzarme a aceptar el divorcio.
Con una mezcla de rabia y determinación, Jesica sacó otra tarjeta, esta vez exclusivamente suya y fuera del control de Carlos. Un recordatorio de su propia identidad: Jesica Santori, hija de una familia prominente en la ciudad de Amaral. Aunque no tan poderosos como los Talavera, los Santori eran dueños de su propia empresa y manejaban cientos de millones en activos.
Como hija única, Jesica había sido tratada como una princesa desde niña, sin preocuparse nunca por el dinero. A pesar de que la familia Santori había quebrado hacía meses y de que su padre, Pedro, estaba en la UCI tras un accidente, Jesica aún disponía de fondos considerables. El intento de Carlos de controlar sus finanzas para obligarla a llegar a un acuerdo no era más que una ilusión.
Después de comer, Jesica se sintió débil, así que se quedó en casa para recuperarse. Si no fuera por estos terribles acontecimientos, habría olvidado que había dado a luz hacía menos de dos días.
Durante dos semanas, Jesica no había salido de casa. No fue hasta que los envases de comida para llevar se amontonaron que ordenó y se deshizo de la basura. Durante este periodo, Carlos no se había puesto en contacto con ella, ni siquiera una llamada. Parecía que ambos trataban de sobrevivir el uno al otro.
Solo cuando Juan le recordó que debía pagar las facturas médicas de Pedro, salió de la villa y volvió a conectar con la sociedad. Pedro había estado en coma desde el accidente, con respiración asistida en la UCI. Los gastos podían llevar a la bancarrota a una familia media. Aunque Jesica tenía dinero, gastaba sin ingresos. Con la incierta recuperación de su padre, los gastos eran desalentadores. Después de pagar las facturas, Jesica empezó a preocuparse por su economía.
Necesitaba un trabajo. Con respecto al trabajo, Jesica no estaba preocupada. Como una de las mejores graduadas del programa médico de la Universidad de Farnel, ningún hospital la rechazaría. Se lo confió a Juan, que le prometió que la recomendaría en su hospital.
Esa noche, Jesica recibió una llamada de Juan.
—Lo siento, Jesica, pero el hospital lo ha rechazado. No solo el mío, sino también otros...
Jesica suspiró pesadamente. «¡La familia Talavera! ¡Carlos! ¿De verdad me está acorralando?».