Capítulo 3 ¿Por qué me haces esto?
«Ya veo...»
Jesica sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. Su respiración se volvió errática mientras procesaba la fría respuesta que acababa de escuchar.
De pronto, una voz femenina desde la cama contigua rompió el tenso silencio.
—Carlos, ¿es ella tu esposa?
Jesica, aún aturdida, se giró hacia la voz.
—¿Quién es usted? —preguntó, su curiosidad finalmente encontrando voz.
—Oh, disculpa mi falta de modales. Soy Linda Blanco, la primera novia de Carlos —respondió la mujer con una sonrisa grácil.
A pesar de estar postrada en la cama, Linda irradiaba una elegancia natural. Intercambió una mirada cómplice con Carlos al mencionar su pasado compartido, un gesto que hizo que Jesica se sintiera como una intrusa en su propia vida.
—¿Primera novia? —Jesica clavó su mirada en Carlos, exigiendo una explicación silenciosa.
—Así es —confirmó Linda con naturalidad—. Gracias por cuidar de Carlos todos estos años. Siempre ha sido algo dominante. Seguro que te ha hecho enfadar más de una vez, ¿verdad? —Hizo una pausa antes de continuar—. Ah, por cierto… —Con delicadeza, Linda tomó al bebé de la cuna cercana y se dirigió a Jesica—: Mira a mis hijos. Son mellizos, un niño y una niña. Carlos acaba de nombrarlos. El niño es Camilo Talavera y la niña, Liliana Talavera.
Jesica sintió que el mundo se detenía. Sus ojos se abrieron de par en par, fijos en el bebé que ahora Carlos sostenía en sus brazos.
—¿Cómo... cómo dijo que se llamaba? —balbuceó, incrédula.
Un recuerdo la golpeó con la fuerza de un tsunami. Se vio a sí misma, meses atrás, abrazando a Carlos con lágrimas de alegría en los ojos.
—¡Carlos, vas a ser papá! ¡Vamos a tener un bebé! —había exclamado, rebosante de ilusión—. Ya he pensado en nombres. Si es niña, la llamaremos Vanesa Talavera, y si es niño, Camilo. ¿Qué te parece?
Volviendo al presente, Jesica rogaba internamente haber escuchado mal. Pero Carlos, lejos de evitar su mirada, la enfrentó con determinación:
—Se llamará Camilo Talavera —repitió con voz firme.
La rabia y el dolor estallaron en el pecho de Jesica.
—¡Imbécil! —gritó, su mano volando hacia el rostro de Carlos en una bofetada sonora. Él no hizo ningún intento por esquivarla, recibiendo el golpe de lleno—. ¡Le has dejado ponerle a su hijo el nombre de nuestro hijo! —exclamó Jesica, su voz quebrada por la ira y el dolor, las lágrimas amenazando con desbordarse de sus ojos.
El niño fue la última defensa de Jesica. Las lágrimas corrían por su cara. Jesica, como una loca, le atacó.
—¡Monstruo! ¿Por qué Dios le quitó la vida a nuestro bebé? ¿Por qué no tomó la tuya en su lugar? —En su frenesí, Jesica golpeó el cuerpo de Carlos—. ¡No se merece ese nombre!
Carlos la agarró de las manos mientras ordenaba a los guardias de fuera:
—Llévensela.
Jesica se agitó aún más.
—¡Carlos! Si ya no me quieres, puedes divorciarte de mí. ¿Por qué me haces esto?
Mientras Carlos la miraba, sus ojos se volvieron fríos. Recordó el rostro desesperado del cadáver sacado del agua. Cualquier sentimiento de culpa que sintiera se desvaneció.
«Jesica, mi amor, no me culpes. Deja que tu dolor expíe el de mi hermana. ¡Siente el dolor que ella sintió! ¡Experimenta su desesperación! ¡Haré que el asesino pague por todo lo que le hizo a mi hermana! ¡Porque eres la hija del asesino!».
...
Debilitada por su reciente aborto y su confusión emocional, Jesica no podía seguir haciendo una escena. Siguiendo las órdenes de Carlos, las enfermeras la conectaron a un goteo de suero salino y le dieron un sedante. Jesica no tardó en dormirse.
Cuando despertó de una pesadilla, Jesica sintió que recuperaba las fuerzas, aunque su mente seguía confusa. Siempre había sido sana y activa; por aquel entonces, incluso estaba en el equipo deportivo de la universidad. Si no hubiera sido por el trauma reciente, ya habría salido de compras.
Estaba tumbada en la cama, mirando al techo. No podía aceptar el repentino cambio de Carlos.
«¿Los años que llevamos juntos no son tan significativos como su primer amor? ¿Son todas sus promesas mentiras? ¿Cuánto tiempo lleva saliendo con Linda? Si ya tiene hijos con ella, ¿por qué me propuso a mí? ¿Le divierte mi dolor?».
Jesica no podía distinguir la realidad de la pesadilla. Deseaba que todo fuera un sueño. Deseaba despertar y que todo volviera a la normalidad. Su boda transcurriría sin problemas, y su hijo nacería sano. Carlos seguiría queriéndola y no habría ninguna Linda, ninguna primera novia y, por supuesto, ningún mellizo.
Pero el techo familiar le recordó que seguía en el hospital y que todo lo que esperaba no eran más que ilusiones.