Capítulo 46 Deseo incumplido
Tras el breve intercambio, Carlos subió las escaleras sin mirar atrás. Jesica sonrió amargamente y lo siguió, dirigiéndose al cuarto de baño. Frente al espejo, observó su reflejo: aunque pálida y algo demacrada, sus pómulos afilados acentuaban la intensidad de sus ojos, otorgándole una belleza etérea. Al menos, pensó con ironía, podría despedirse de este mundo con gracia.
Carlos se había refugiado en el estudio. Jesica, reuniendo coraje, llamó a la puerta y entró. El hombre llevaba gafas de montura dorada que, lejos de suavizar sus rasgos, acentuaban la agudeza de su mirada. La observó con frialdad mientras ella iba directa al grano:
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