Gemí con fuerza mientras su seductora lengua me acercaba cada vez más a mi liberación. La textura de su lengua contra las paredes de mi coño era caliente y placentera. Mi cuerpo se retorcía y mis caderas se movían con desenfreno al sentir que se acercaba el clímax. Me corrí mientras gritaba su nombre mientras todo se volvía blanco.
—¿Estás bien? Te has corrido mucho... —preguntó Luciano con una sonrisa.
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