Alex estaba molesto. Era su propio dinero y podía hacer lo que quisiera con él. ¡¿Cómo se atreven estos idiotas a regañarme por gastar mi propio dinero?!
—¡Eres un idiota! —señaló Jacobo a Alex, pero no se atrevió a golpearlo. Todo su cuerpo estaba temblando porque estaba hirviendo de ira. La abuela González esperaba cambiar el destino de la familia con esos diez millones. Quién iba a imaginar que Alex sería tan tonto donando todo el dinero. ¡Qué exasperante!
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