Andrés era un hombre de unos cincuenta años. A pesar de su aspecto esquelético, tenía un semblante benévolo y amable. Cerró el libro de escrituras que tenía en la mano y miró a Alex y a Jessica antes de asentir con la cabeza y decir:
—Sabía que volvería. La última vez se escapó porque estaba herida. Sin duda no se tomará esto a la ligera. Vamos. Me aseguraré de deshacerme de ella de una vez por todas.
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