Capítulo 14 Tú eras el que estaba detrás de todo esto
—Sí. Se me ha acabado el tiempo, pero sigo estando bien, ¿no?
Toda la conducta de Bruno rezumaba sarcasmo. Tan pronto como habló, su teléfono sonó. Era su padre. Cuando la llamada se conectó, la voz furiosa de su padre escuchó.
—¡Idiota! ¿A qué pez gordo has ofendido?
—La Familia Escobedo está en problemas por tu culpa. ¡Mas vale que acabes muerto cuando termine de darte una paliza!
¿Qué?
Bruno se quedó estupefacto.
¿Qué demonios está pasando?
Antes de que pudiera entender, la llamada terminó con un fuerte sonido de choque, mientras su padre perdía los nervios y tiraba el teléfono al suelo. Luego, recibió otra llamada.
—Señor, tengo malas noticias. El contrato de préstamo de doscientos millones que habíamos firmado la semana pasada fue rechazado por el banco.
—Q... ¿Qué? ¿Por qué? —exclamó Bruno conmocionado.
—El banco dijo que ya no tendrá ninguna relación con la Familia Escobedo, debido a que, si les dan un préstamo, se enfrentarán a graves consecuencias.
—¡Que se jodan esos imbéciles! Ellos son los que vamos a acabar.
Bruno terminó con rabia la llamada, pero su teléfono sonó de inmediato con otra. Su teléfono fue bombardeado por llamadas interminables.
—Señor Escobedo, ha ocurrido algo malo. ¡El departamento de seguridad contra incendios ha dicho que han suspendido la inspección y que van a cerrar la fábrica a la fuerza!
—¡Señor Escobedo, tres de nuestros proveedores han anunciado que ya no suministrarán a nuestra empresa!
—Señor Escobedo, su padre, ha sido detenido por la policía.
Una mala noticia llegaba tras otra. El rostro de Bruno palideció y todo su cuerpo empezó a temblar de forma incontrolada. Gotas de sudor frío se habían acumulado en su frente. Una expresión de horror se extendía por su rostro cuando se volteó para ver a Alex con incredulidad.
—Fuiste tú... Fuiste tú, ¿verdad? ¿No era broma? ¿Cómo es posible que tengas el poder de hacer esto?
Alex respondió con apatía:
—¿Recuerdas lo que dije el día anterior? Dije que hoy te haría arrodillarte y pedirme clemencia.
Las piernas de Bruno cedieron bajo él y cayó de rodillas ante Alex. Un solo mensaje de texto suyo tenía la capacidad de hacer caer a toda la Familia Escobedo. Un poder así era aterrador. Se quedó paralizado por el miedo. Se dio cuenta de que se había metido con la persona equivocada.
¡Alejandro Gutiérrez lo ocultó muy bien! ¡Hay una fuerza poderosa más allá de la imaginación que lo está apoyando desde las sombras!
—Alex... Señor Gutiérrez... He cometido un error. Ahora lo sé. Fui un tonto ignorante, así que, por favor, ¡deme otra oportunidad! —Juntando las manos, suplicó—. Por favor, perdone a mi familia.
Se inclinó mientras suplicaba, golpeando su frente contra el suelo hasta que sangró. Todos los presentes no podían creer lo que veían. Lo miraban con los ojos muy abiertos, incrédulos y con la boca abierta. Alejandro Gutiérrez, un mantenido, fue capaz de acabar con toda la Familia Escobedo con un simple mensaje de texto. No solo eso, sino que el heredero de la familia, Bruno Escobedo, estaba de rodillas, doblegándose mientras le pedía clemencia. No pudieron evitar preguntarse si Alex, su antiguo delegado de clase, era de verdad un mantenido. Incluso los ojos de Sara se habían abierto de par en par en señal de asombro. Fijó la mirada en su marido que ahora le parecía un extraño. En efecto, ese Alex era una persona muy desconocida. De repente recordó que él había insistido en darle treinta millones para ayudar a la Familia González. Sin embargo, no se atrevió a creerle en ese momento ya que pensó que estaba subestimando sus capacidades. Pero ahora… La amargura surgió en su corazón. Ella sabía ya que, incluso con su relación de cinco años, sería imposible volver a ser como antes. Un vaso agrietado nunca podría volver a ser como era originalmente. Al igual que cuando un cubo de agua se cae al suelo, las gotas nunca se pueden recuperar. Ya se había formado una brecha entre ellos. Una brecha que ya no podía ser sellada. Al mismo tiempo, estaba furiosa. Él le había mentido sobre sus verdaderos poderes. Prefería ser un mantenido al que su madre ridiculizaba todos los días que exponer su verdadera identidad. Ese hombre era aterrador y detestable.
—Alex, no, Señor Gutiérrez. ¡No, Amo Gutiérrez! Por favor, perdone a mi familia. Si se apiada de nosotros, ¡seré su perro fiel a partir de ahora!
Bruno estaba petrificado. Era de una familia rica e influyente y había disfrutado de la vida lujosa que acompañaba a su estatus desde muy joven. Le costaría muchísimo adaptarse a su caída en la desgracia. Lo peor de todo era que su padre había sido detenido por la policía. Creía que una palabra de Alex condenaría a su padre a una vida en prisión. Que pueda sobrevivir en la cárcel dependía por completo de lo generoso que se sintiera Alex y las fuerzas que lo respaldan. Si a eso se le suma el hecho de que había conspirado para vengarse de Sara, además de humillarlo, ¿lo dejaría ir? Por supuesto que no.
En ese momento, un grupo de agentes de policía entró a toda prisa.
—¿Quién es Bruno Escobedo? —preguntaron.
El miedo corría por las venas de Bruno y casi se desmayaba. ¡Lo que más temía se había hecho realidad!
—Señor, ¡Señor! Por favor, se lo ruego. Una vez fuimos compañeros de clase, ¿no es así? Por favor, perdóneme. Le prometo que haré cualquier cosa por usted si me deja ir.
Bruno rompió a llorar. La sangre de su frente se mezcló con las lágrimas que corrían por su cara, haciéndolo ver muy desagradable. Los demás no se atrevieron a moverse ni un centímetro al ver a la policía.
—Llévalos a todos para que los investiguen. Estoy seguro de que pueden encontrar trapos sucios en al menos un puñado de ellos —apartó Alex a Bruno de una patada y le dijo a la policía.
¿No se divirtieron amigos y queridos compañeros de clase lanzándome insultos? Hoy les daré una lección a todos.
Las expresiones de sus antiguos compañeros se volvieron espantosas cuando escucharon lo que había dicho. Había aplastado a la Familia Escobedo como a un insecto y ellos eran en para nada poderosos como la Familia Escobedo.
—Alex, nos equivocamos. Nunca debimos burlarnos de ti. No merecemos que nos llamen humanos.
Muchos de ellos empezaron a pedir clemencia. Por desgracia para ellos, Alex no tenía el más mínimo interés en sus súplicas. Lo único que hizo fue permanecer en silencio. Los policías no conocían a Alex, pero al ver que hablaba con tanta autoridad, pudieron adivinar al instante su identidad. Debía ser la persona que había puesto en la mira a la Familia Escobedo, provocando todo el incidente. Dado que figuras importantes también estaban involucradas en ello, era obvio que no se atreverían a pisar sus pies otra vez.
—Llévenselos a todos —ordenó el oficial principal y sus subordinados escoltaron a todos fuera.
Como la policía no sabía quién era Sara, estaban a punto de detenerla.
—Es mi mujer —murmuró Alex en voz baja.
El agente que retenía a Sara se sobresaltó y se apresuró a soltarla. Ella se sintió como si estuviera soñando cuando vio que se llevaban a todos detenidos. Él miró la mancha de vomito antes de girar sobre sus talones para salir.
—¡Alex! —gritó Sara entre dientes apretados.
Alex se detuvo en seco, pero no se volteó.
—Tú eres el que estaba detrás de todo esto, ¿verdad? —preguntó con voz solemne.