Capítulo 12 ¿Qué estás haciendo aquí?
El resentimiento de Bruno se intensificó en el momento, al recordar cómo Sara había elegido casarse con un patético perdedor antes que con él. Una sonrisa de desprecio apareció en sus labios, pero desapareció casi al instante. Levantó la mano y se acomodó la corbata. Una sonrisa confiada se dibujó en su rostro mientras caminaba hacia Sara.
—Sara, me alegro de que estés aquí —exclamó Bruno encantado de ir a su lado.
Ella miró a sus amigos de la universidad, pero no se atrevió a sentirse feliz.
—Cumpliré mi palabra. Espero que tú también cumplas la tuya —respondió con calma.
—Sara, ¿por qué no confías en mí? Se me ocurrió esa petición porque quería que supieras lo que siento por ti. ¿Por qué iba a ponerte las cosas difíciles cuando lo único que querías era que te prestara algo de dinero? —explicó mientras levantaba el brazo.
Sara dudó un poco antes de tomar su mano. Bajo la atenta mirada del público, ambos pasaron por la alfombra roja. Todos empezaron a aplaudirles, pero el rostro de Sara había palidecido de forma visible. Podía sentir las miradas burlonas de sus amigos de la universidad. No sabía si Bruno lo había hecho a propósito o si no tenía ni idea de ello, pero lo único que sentía era una absoluta humillación.
—Sara, debes ser muy feliz. En aquel entonces, tú y Bruno eran una pareja hecha en el cielo. Debiste haberte casado con él desde hace mucho —dijo una amiga, al parecer con envidia.
Bruno fingió estar molesto y declaró:
—Isabel, ¿qué estás diciendo? Todavía es demasiado pronto para que Sara se case conmigo, ¿verdad?
—Sí, sí. Están destinados. —Intervino otra amiga.
Justo entonces, una delicada caja apareció de repente en la mano de Bruno. La abrió y sacó un anillo de diamantes.
—Sara, puede que la ceremonia no sea lo bastante grande, pero mis sentimientos por ti son sinceros. Cásate conmigo. Te prometo que te haré la mujer más feliz del mundo. —Se arrodilló y la miró con seriedad.
Ella sintió que su corazón se aceleraba. Miró el brillante anillo de diamantes que le entregaron, mientras su corazón empezaba a latir rápido. Su mirada era confusa ya que no sabía si Bruno estaba siendo sincero o si solo le estaba jugado con ella.
—Sara, si esto fuera una broma, no habría salvado a tu hermano anoche. —El recordatorio de Bruno llegó en el momento justo.
Sara se dio cuenta. Sí, si fuera una broma, Bruno no habría salvado a Lucas la noche anterior. La persona a la que Lucas había ofendido era Christobal, el cuñado del hombre más rico de Ciudad Nébula. Ante ese pensamiento, Sara se decidió. Iba a estirar la mano para que le pusiera el anillo en el dedo. De repente, un sonido los interrumpió. Un golpe seco. En ese momento, la puerta del salón se abrió de una patada. Todos se voltearon y vieron a Alex caminando en su dirección.
—¿Quién es ese? ¿Cómo se atreve a causar disturbios en la fiesta del Señor Escobedo? ¿Tiene deseos de morir? —preguntó de inmediato alguien que no logró reconocer a Alex.
—¿No es este nuestro representante de clase, Alejandro Gutiérrez? ¿Qué está haciendo? —preguntó otra persona con curiosidad.
—¿No sabes que Alex se casó con Sara? —explicó otra persona que conocía la situación de Alex.
—¿Ah? ¿Nuestro representante de la clase que solía ser un estudiante excelente? ¿Se convirtió en un mantenido?
Los otros amigos que no sabían nada de eso estaban muy sorprendidos. Su sorpresa se convirtió rápido en abucheos despiadados.
—Alex, solías ser un estudiante excelente. Mírate. Parece que ahora no te va bien, ¿eh?
—Es un mantenido. ¿Qué otra cosa podrías esperar de él?
—He leído sobre esto en las novelas, pero es la primera vez que lo veo en la vida real.
—Ahora eres testigo de algo así de ridículo. Mira, ¡nuestro delegado de clase es realmente un desgraciado que vive en casa de su suegra!
—Alex, ¿te importa si te pregunto de quién es el apellido de tu hijo? —se rio Isabel y preguntó.
En las caras de todos había miradas de burla similares. Su pregunta había dado en el clavo. Alex miró a Isabel antes de escudriñar a la multitud sin ninguna expresión en su rostro. Sin embargo, Sara se había puesto muy blanca al sentirse insultada. No tenía idea de que llegaría ahí. La culpa que albergaba por haberlo engañado se desvaneció, mientras los abucheos de la multitud resonaban en sus oídos.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Sara temblaba de rabia, pero ya no tenía energía para gritar. A Alex le dolió el corazón al ver su reacción.
—Sara, eres una tonta. ¿Cómo pudiste confiar en Bruno? ¿Olvidaste lo que hizo? Es obvio que quería vengarse de ti. Mira, ¡incluso ha hecho esta reunión!
—Sara, no le hagas caso. Invité a todos los presentes para que fueran nuestros testigos. —Se apresuró a explicar Bruno.
El corazón de Sara se hundió, mientras miraba a Alex con maldad:
—¡Vete! Vete ahora mismo. —Después de decir eso, su cuerpo parecía estar muy agotado de energía.
¿Tenía alguna opción? No importaba si Bruno era sincero o fingía, porque no tenía otra opción. La única manera de conseguir treinta millones de él era seguirle la corriente.
—Sara, no dejes que ese perdedor arruine el ambiente. Ven, te pondré el anillo en el dedo —tomó su mano y le puso el anillo de diamantes en el dedo.
Sara permaneció inexpresiva mientras Alex se sentía cada vez más miserable. Era como si le hubieran destrozado el corazón.