Capítulo 15 Lanzando acusaciones
—Rafael Cordero, el hombre más rico de Ciudad Nébula, es quién está detrás de todo esto. La destrucción de la Familia Escobedo también es obra suya.
—¿Eh? ¿Por qué te ayudaría? —se mostró escéptica.
—Ya he salvado su vida una vez. Un favor por un favor, así que, por supuesto, tendría que pagarme. —Su voz seguía siendo indiferente.
¿Le salvaste la vida? Entonces, ¿le estaba devolviendo un favor?
Sin más, Sara se creyó su explicación. Tenía todo el sentido del mundo porque no se atrevía a creer que todo aquello fuera obra de Alex. Solo un pez gordo como el hombre más rico de Ciudad Nébula podría haber destruido a la Familia Escobedo en cuestión de segundos.
—¡Ja! Y yo que pensaba que eras una especie de pez gordo oculto.
Sara se burló con ligereza, pero una pizca de decepción se coló en su corazón.
¿Por qué podría ser Alex quien estuviera detrás de todo?
Por desgracia ya ha agotado su cuota y no hay más deudas que cobrar del multimillonario Rafael Cordero. Sin duda, se negaría a ayudarle de nuevo en el futuro.
Alex salió del vestíbulo para ver a Rafael esperando con respeto junto a las puertas.
—Señor Gutiérrez. —Lo saludó al instante.
—Mmm. Lo has hecho bien —asintió en señal de aprobación y le dio una palmadita en el hombro a Rafael antes de marcharse en su motoneta.
Rafael estaba algo nervioso y no se atrevió a levantar la cabeza hasta estar seguro de que se había ido.
Cuando Sara salió y descubrió que Alex se había ido sin esperarla, dio un zapatazo molesta.
—¡Pff! ¿Por qué eres tan engreído? ¡No fue más que pura suerte que hayas salvado la vida del hombre más rico de Ciudad Nébula! A ver si la próxima vez te vuelve a ayudar —gruñó Sara.
—Señora, mi nombre es Rafael Cordero. Encantado de conocerla. —Se acercó Rafael con rapidez para saludar con educación a Sara al momento que la vio.
—¿Ah? ¡El multimillonario Rafael Cordero! —Se sobresaltó, preguntándose por qué Rafael se había presentado ante ella.
—Señora, he oído que necesita con urgencia treinta millones. Nuestro nuevo presidente está dispuesto a ayudarla.
Luego, sacó un cheque escrito con el logotipo de la Corporación de los Cuatro Mares y se lo entregó a Sara.
—Señora, nuestro nuevo presidente hizo hincapié en que no está dando los treinta millones a la Familia González como caridad. Después de que su familia haya reanudado sus operaciones normales durante un año, debe devolverle el dinero, de lo contrario, le cobrará intereses. —Le dijo Rafael.
—Esto... Esto... —aceptó Sara el cheque de su mano y no encontró las palabras adecuadas para decirlo.
Había muchas preguntas que quería hacerle a Rafael, pero él entró en su auto y se fue antes de que ella pudiera hacerlo. Sara se quedó sola fuera de la casa club con sus pensamientos dispersos por todo el lugar. Después de examinar el cheque varias veces, no encontró nada sospechoso. Por lo tanto, creyó que sus palabras eran ciertas. Sin embargo, más preguntas surgieron en su mente, dejándola más desconcertada que nunca.
¿No es Rafael Cordero el presidente de Corporación Cuatro Mares? ¿Por qué de repente hay un nuevo presidente? ¿Y por qué me ayudaría?
Sara trató de imaginar cómo sería ese nuevo presidente. Después de meditarlo un rato, dedujo que debía ser un hombre barrigón de mediana edad.
¿Quiere algo de mí a cambio por ser tan generoso con mi familia?
La mente de Sara era un caos. Cuando pasó un taxi, le hizo un gesto con la mano para que se acercara y emprendió el camino a su casa.
Como ya tengo el dinero, primero volveré a arreglar las cosas antes de resolverlas.
Cuando Dora y los demás se enteraron de que Sara volvía antes de lo previsto, se apresuraron a recibirla. En el momento en Sara entró en la casa, se encontró con la visión de su abuela y las demás sentadas en su salón.
—Sara, ¿no me prometiste que pasarías tres días con el Señor Escobedo? Te había transferido dinero e incluso había organizado el traspaso de acciones, ¡pero has roto tu promesa! —La abuela la reprendió de inmediato con una expresión sombría.
El tío de Sara, Víctor, también se puso en pie con una mirada agitada.
—Sara, eres una González y te hemos criado desde que eras una niña. ¿Así es como honras a tu familia?
Todo el mundo estaba en tensión. Sara había aceptado pasar tres días con Bruno, antes de pedirle prestados treinta millones para salvar a la Familia González. Sin embargo, había vuelto a casa antes de lo acordado, lo que significaba básicamente que se había retractado de sus palabras. Estaban en el límite de su capacidad. Sin los fondos operativos, no tendrían cómo evitar su quiebra.
En ese momento, Dora estaba furiosa. Había puesto toda su esperanza en Sara, dejando el destino de toda la familia en sus manos. Incluso le había transferido todos sus ahorros. Era evidente que perdería la calma cuando rompiera su promesa.
—Sara, te hemos dicho en repetidas ocasiones que, pase lo que pase, tendrás que conseguir esos treinta millones, ¡pero mira lo que has hecho! Te has echado atrás en nuestro acuerdo. Ahora no puedo evitar pensar que has mentido y aceptado hacerlo, ¡todo para hacerte con el millón de ahorros de la abuela! —Jacobo se puso en pie y la acusó.
—¡No he mentido a la abuela!
Al principio, Sara pensó que, si todos sabían que había completado su tarea de pedir prestados treinta millones antes de lo previsto, la colmarían de elogios. Sin embargo, nada más al entrar, fue acusada por todos e incluso se sospechó que había estafado a su abuela. Se sintió como si la hubieran sumergido en agua helada, haciendo que los escalofríos le recorrieran los huesos.
—Sara, ¿qué demonios ha pasado? —miró Carmen a Sara con evidente disgusto.
Si ella hubiera conseguido pedir prestados treinta millones, su hijo Lucas ya hubiera recibido el diez por ciento de las acciones, lo que le daría un dividendo anual de varios millones. Ahora, era probable que hubiera perdido todas sus acciones, junto con los beneficios de fin de año que debía recibir. Cuando su propia madre la acusó, a Sara le escocían los ojos y, antes de darse cuenta, las lágrimas corrían por su rostro. Había soportado ser humillada, todo por su familia. Lo que era peor, la relación con su marido nunca volvería a ser la misma después del incidente de ese día. Aun así, guardó silencio. Prefirió soportar la carga sola. Sus propios familiares, incluida Carmen, no la veían como un ser humano. Estaba decepcionada hasta la médula de su familia.
—¡Basta! —De repente, Alex salió de la habitación y lanzó una fría mirada a todos—. La Familia González ha quedado reducida a este estado por culpa de todos ustedes. No es responsabilidad de Sara arreglarlo. En lugar de lanzar acusaciones a Sara, ¿por qué no se toman un momento para pensar... ¿Por qué el negocio familiar se ha convertido en esto? Ustedes son expertos en embolsarse los beneficios, pero aficionados cuando se trata de planificar el futuro. Además, la gestión es mediocre en el mejor de los casos. Estos problemas se han fusionado y se han convertido en un círculo vicioso y eso fue lo que provocó la ruptura de la cadena de capital. ¡Si hay que sacrificar a alguien por el bien de la familia, deberían hacerlo ustedes, inútiles, no Sara!
Alex no fue amable con su elección de palabras al decirlas con una mirada gélida. Sara vio muda a su esposo de reojo, sintiéndose conmovida por alguna razón. En su momento de necesidad, la única persona que estaría dispuesta a acudir en su ayuda era su marido, al que también despreciaba. De repente, una pizca de arrepentimiento llenó su corazón. Nunca debió elegir a su familia antes que a Alex.
¡Pum!
La abuela de Sara golpeó con su bastón la mesa de café y dos tazas de té se hicieron añicos al instante. Miró a Alex con furia y gritó:
—¡Indignante! ¡Que alguien le cierre la boca!
¡Un mantenido que se atreve a llamar con descaro a su familia inútil era un hombre que en pocas palabras estaba pidiendo la muerte!
Jacobo y algunos jóvenes se movilizaron de inmediato para contener a Alex. Ya llevaban mucho tiempo tolerándolo.