La ayudante llevó una silla y la colocó al lado de la Vieja Señora Situ. La anciana se sentó y miró a Situ Yi mientras le hablaba. El niño todavía se agarraba la cabeza y lloraba de agonía. Pasó un rato antes de que Yi dejara por fin de gritar. Tomó un pincel de acuarela y empezó a pintar en el lienzo como si no hubiera pasado nada.
La anciana contuvo el dolor que estaba sintiendo dentro de su corazón y sonrió mientras alababa al niño:
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