Capítulo 10 Nos volvemos a encontrar
Situ Han estaba sentado detrás de su espacioso escritorio, y su gran figura parecía dominar la habitación. Chu Meng se sintió intimidada por la mirada carente de emociones de aquel apuesto rostro. Sus ojos eran fríos y penetrantes, como si pudiera ver a través de ella. Un escalofrío le recorrió la espalda.
—Nos encontramos de nuevo, mujer.
Los labios de Chu Meng se crisparon mientras pensaba para sí misma: «¡No quiero conocerte ni siquiera un poco!».
La voz de Situ Han era fría y burlona:
—Tengo que reconocerlo, realmente sabes cómo actuar. ¿La mujer de Situ Yun? ¿Una mujer de la limpieza?
Cuando vio a través de las cámaras de vigilancia cómo había escapado del edificio Cheng Hao, se puso furioso. Al mismo tiempo, tuvo que admirar a regañadientes su astucia. Chu Meng inclinó la cabeza pero permaneció en silencio.
—¿No vas a explicarte?
Chu Meng tosió mientras forzaba una sonrisa tensa en su rostro:
—No hay mucho que explicar. Estábamos borrachos esa noche, eso es todo.
Situ Han fue implacable y respondió con un tono gélido:
—¿Borrachos? ¡He oído que estabas más que sobria! Primero te acercaste deliberadamente a mí y luego te hiciste la dura. ¿Cuál es tu motivo?
Chu Meng fingió no entender mientras parpadeaba inocentemente:
—¿Qué motivo? Realmente estaba borracha, pensé que eras un gigoló. Por eso incluso te di quinientos de propina…
La voz de Chu Meng se fue suavizando al darse cuenta de que la cara de Situ Han se volvía más tormentosa. Cuando se quedó sin palabras, él la agarró por la garganta con fuerza. Sus dientes estaban apretados mientras hablaba:
—¡Cállate!
Este incidente era una mancha sucia en su vida perfectamente limpia, y quería matarla por ello. La indisimulada intención asesina de sus ojos le provocó escalofríos. El agarre en su garganta se hacía cada vez más fuerte y ella jadeaba. Sus manos tiraron de su muñeca, intentando que la soltara:
—¡Suéltame, suéltame!
Mirando fijamente su rostro, Situ Han la soltó de repente del cuello y la apartó de él. Sin estar preparada para ello, Chu Meng estuvo a punto de caer al suelo, pero logró estabilizarse en la mesa de café. Desgraciadamente, su mano se golpeó contra la esquina de la mesa y el dolor la recorrió. Doblada por la cintura, tosió violentamente mientras levantaba los ojos llorosos para mirarle:
—¡Estás loco!
Situ Han le agarró la mandíbula y le tiró de la cabeza para que le mirara:
—Di la verdad, ¿qué motivo tienes?
Chu Meng sintió que estaba realmente loca, no debería haberle puesto de los nervios.
—Realmente no tengo ningún motivo oculto. Finjamos que ese incidente nunca ocurrió, ¿de acuerdo? Juro que no causaré problemas por lo que pasó.
Situ Han la miró fijamente a los ojos. Las lágrimas sin secar brillaban en sus grandes ojos mientras sus largas pestañas revoloteaban como mariposas bajo la lluvia. Por alguna razón inexplicable, esta visión le resultaba especialmente atractiva. Soltó lentamente su agarre mientras sus labios se apretaban:
—Puedo dejarte ir. Sin embargo, durante las próximas dos semanas tienes que quedarte en mi casa. Cuando hayamos confirmado que no estás embarazada, te dejaré ir.
Chu Meng se apresuró a responder:
—¡No, no puedo quedarme contigo!
No podía dejarle saber si realmente estaba embarazada.
Los ojos de Situ Han se entrecerraron peligrosamente:
—¡No puedes decir que no!
—Pero —Chu Meng se devanó los sesos furiosamente—, si me quedo contigo en tu casa, seguramente los miembros de tu familia no estarán de acuerdo. Además, ¡mi novio seguro que tendría algo que decir al respecto!
Situ Han se burló:
—No tienes que preocuparte por mi familia. En cuanto a tu «novio»… si mis fuentes son correctas, en realidad no tienes. El amigo masculino más cercano que tienes es el marido de tu mejor amiga, ¿me equivoco?
—¡En serio hiciste que tus hombres me investigaran, eso es una invasión de mi privacidad!
Chu Meng lo miró con odio.
—Eso no es todo lo que sé. Si no quieres que tu reputación se arruine, ¡solo sé bueno y haz lo que te digo!
Situ Han era como el rey de antaño, con poder absoluto. Nadie podía estar en desacuerdo con él. Chu Meng sabía que estaba diciendo la verdad. Ahora mismo, la decisión más inteligente sería hacer lo que él decía. Ella respondió lentamente:
—Bien, estoy de acuerdo con tu condición. Pero tengo una petición, quiero ir a casa y empacar mis cosas.
Seguro de que ella no estaría tramando nada, Situ Han aceptó:
—No hay problema. Enviaré dos guardaespaldas para protegerte.
«Proteger… ¡Más bien para espiar!». Chu Meng puso discretamente los ojos en blanco.
—Ya que estoy siendo tan cooperativa, tienes que trabajar conmigo también. Necesito entregar esta entrevista antes del viernes. ¿Cuándo estás libre?
Ella no había olvidado su principal razón para venir aquí.
—Ahora está bien. Pregunta.
Situ Han hizo un gesto con la mano hacia la silla, invitándola a sentarse. Su postura era relajada pero arrogante mientras se sentaba.