—¡Esta mujer es tan bonita y sus pechos tan grandes! —dijo el cabecilla que actuaba como un animal hambriento. Sus ojos brillaron con maldad mientras sus labios lanzaban palabras irrespetuosas. Se acercó a Chu Meng.
Sus sucias manos forzaron sus piernas a abrirse antes de quitarse los pantalones. Una cosa asquerosa salió de sus pantalones. La sujetó y se acercó a ella.
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