Capítulo 15 La resistencia es inútil
Los delgados dedos de Situ Han se engancharon bajo su barbilla. En un principio, parecía un gesto con connotaciones coquetas, su rostro en cambio estaba inexpresivo, como si se tratara de un gesto totalmente natural. Su voz era suave mientras le decía:
—Es fácil. Solo tienes que abortar y te creeré.
Chu Meng sintió que estaba a punto de explotar, pero resistió el impulso. Si se complicaba la situación, ya no habría vuelta atrás. Apretó los puños y se forzó a sonreír:
—Oye, solo estoy tratando de tener una conversación contigo, no hay necesidad de tomarse las cosas tan en serio. Quién sabe, tal vez ni siquiera esté embarazada. Entonces no hay que preocuparse tanto.
—Eso sería lo mejor. —Situ Han retiró lentamente su mano y le dijo—. Puedes irte.
Chu Meng contó los días que faltaban para el decimoquinto, con la respiración contenida. Por desgracia, era la ira de Situ Han la que se desató primero. Situ Han tenía la cara pétrea, mientras arrojaba un nuevo número de la revista Vogue delante de Chu Meng y le decía:
—¿Qué pasa con la foto de la portada?
El hombre que aparecía en la portada de la revista era muy guapo, vestido de traje, con la cabeza inclinada en señal de concentración mientras trabajaba. Aunque no se le podía ver la cara, era innegable el aura de madurez y encanto que desprendía. Chu Meng soltó una risa forzada:
—Mis habilidades fotográficas no son tan malas, ¿verdad? Mira, tu cara ni siquiera ha quedado expuesta.
—¡Cállate la boca!
Si las miradas pudieran matar, ella estaría muerta mil veces.
—Así que sacas esta foto mía sin mi permiso ni consentimiento; tu empresa quiere que la cierre, ¿no?
—No, todo esto es cosa mía, ¡esto no tiene nada que ver con la empresa! Por favor, no la involucres. Me equivoqué, sé que me equivoqué, ¿no es suficiente que me disculpe?
Chu Meng juntó los dedos mientras le suplicaba con pena. Este sacrificio era necesario. Tenía la sensación de que era el tipo de hombre que no se retractaba de sus palabras. Si cerraba la empresa, ¿cómo iba a salir ella del país? ¿Cómo iba a escapar de sus malvadas garras?
—Hermano, ¿a qué se debe ese temperamento? ¿Te sientes frustrado sexualmente desde que Qiao Yunqian no está contigo? Un consejo, reprimirse así no es bueno a largo plazo. Puede que descubras que tus «funciones» ya no están ahí cuando las necesites.
Situ Yun bajó las escaleras bailando un vals, con los ojos brillando con malicia.
—¡Mmph! —dijo Chu Meng aunque no quería que ese sonido saliera de sus labios.
La expresión de Situ Han se ensombreció aún más mientras miraba con odio a Chu Meng antes de volver su mirada hacia Situ Yun. Su tono era peligroso y le dijo:
—Parece que tienes mucho tiempo libre. A partir de mañana, ven a trabajar a mi empresa. Si sigues haciendo tonterías, puedes volver a la vieja mansión.
Situ Yun juntó las piernas e hizo una reverencia perfectamente ejecutada:
—¡Sí, señor!
Así de fácil, el incidente de la foto se había olvidado debido a la interrupción de Situ Yun. Sigilosamente le hizo un guiño a Chu Meng mientras sus dedos se levantaban en un gesto de OK. Chu Meng le dio un asentimiento agradecido.
—Ejem.
Situ Han tosió sin ganas. Estos dos… ¿realmente creían que él no podía verlos guiñándose y haciéndose gestos entre ellos?
—Mañana es día quince, vendrás conmigo a la vieja mansión.
Dirigió su primera frase a Situ Yun antes de que su mirada se posara en Chu Meng.
—En cuanto a ti, tú te quedarás aquí.
Chu Meng dijo inmediatamente:
—Mañana es domingo, quiero salir de compras.
La respuesta de Situ Han fue tajante:
—Resistirse es inútil. Lo que necesites, escribe una lista y la señora Wu te lo conseguirá.
—Necesito comprar algunas cosas íntimas que no quiero que nadie sepa —se quejó.
Situ Yun parpadeó y la cortó:
—Qué tal esto, acompañamos a Chu Chu a buscar sus cosas, la enviamos de vuelta a casa y luego vamos a la vieja mansión.
—¡Tú, cállate! —le gritaron Situ Han y Chu Meng.
Lo que pasó por la mente de Situ Han fue, «Tú alborotador, eso no es bueno, mierdecilla!». Lo que pasó por la mente de Chu Meng fue, «Ya he dicho que era algo íntimo y aún así te ofreces para ir conmigo, ¡qué idiota!».
Situ Han se levantó y se fue hacia arriba. Esta conversación había terminado:
—Ya está resuelto, la Sra. Wu conseguirá lo que necesites.
El plan A fue un fracaso, era hora de pasar al plan B. Esa noche, Chu Meng se comió cinco polos y se dio una larga ducha helada de una hora. A la mañana siguiente, consiguió resfriarse.
Situ Han se asomó a la cama, miró el rostro sonrojado de Chu Meng. Frunciendo el ceño, se dirigió a Xu Zhe, el médico de cabecera que le estaba poniendo una inyección intravenosa. Le preguntó:
—¿Cómo está?
—Tiene mucha fiebre. Cuando haga efecto esa inyección, debería despertarse.
Por la tarde, Chu Meng finalmente se despertó. Su mente estaba todavía un poco confusa mientras hablaba con voz ronca:
—Situ Han, quiero comer las gachas de marisco de Shaji, ¿podrías ayudarme a hacer el pedido?
Situ Han miró a la Sra. Wu.
—Haz el pedido para ella.
Situ Yun le acarició el pelo:
—Chu Chu, descansa un poco. Intentaremos volver antes.
Sabiendo que se dirigían a la vieja mansión, Chu Meng asintió con la cabeza de forma obediente.
—Que tengáis un buen viaje.