Capítulo 14 Como tortolitos
Chu Meng se dio cuenta de repente de lo glotona que debía parecer. Con el objetivo de devolver el favor, puso rápidamente un muslo de pollo en el cuenco de Situ Yun:
—Come tú también.
La sonrisa de Situ Yun se hizo aún más grande. Al ver esa sonrisa y la dulzura con la que se comportaban los dos, Situ Han sintió que se le iba el apetito. Dejó los palillos, se levantó y se fue sin decir nada, dejando a Chu Meng confundida y a Situ Yun sonriendo de forma astuta.
—¿Qué le pasa a tu hermano?
Situ Yun se sirvió un poco de sopa y se la llevó a la boca a la vez que decía:
—¿Él? Probablemente esté cansado de tanto trabajo, posiblemente tenga la crisis de la mediana edad. Ignóralo, sigamos comiendo.
Distraída por su respuesta, Chu Meng no se dio cuenta de que había abierto la boca hasta que sus labios apretaron la cuchara. Inmediatamente le quitó la cuchara y soltó una risa con vergüenza:
—Gracias, pero puedo comer sola.
Situ Yun se sujetó la mejilla con una mano mientras sonreía con la mirada y le decía:
—Chu Chu, ¿alguien te ha dicho alguna vez que estás absolutamente adorable cuando te sonrojas?
Chu Meng se sonrojó aún más como respuesta. Mentalmente, tomó nota de que Situ Yun era sin duda un donjuán. Le bastaron unas pocas frases para revelar su carácter pícaro.
Situ Yun la pinchó en el brazo con los palillos:
—Pero, sinceramente, ¿cuál es tu relación con mi hermano? No eres su amante, ¿verdad?
Chu Meng se atragantó con sus palabras mientras agitaba rápidamente las manos de forma negativa:
—¡Claro que no! No tenemos ningún tipo de relación. Solo estoy aquí por unos días y luego me iré.
Situ Yun le acarició la cabeza como si fuera una mascota, diciéndole:
—Eso está bien. No debes enamorarte de él, porque ya tiene a alguien que le gusta. Cualquier otra mujer solo saldrá perjudicada.
Chu Meng agarró con más fuerza el bol mientras parpadeaba pensativa. La mujer que le gusta a Situ Han es probablemente, el nombre que no dejó de pronunciar esa noche, Yunqian.
Situ Han estaba furioso. Aquella mujer era realmente increíble, hundiendo sus garras en Situ Yun con tanta facilidad y tanta rapidez. Los dos seguían tonteando en el comedor, ¡era absolutamente repugnante y desvergonzado! En el momento en que pasaran dos semanas y confirmaran que no estaba embarazada, ¡la echaría de la casa de inmediato!
Situ Han estaba enfadado, en su habitación cuando, de repente, se oyeron unos golpes en la puerta y Chu Meng entró con cuidado. Llevaba en la mano un cuenco de sopa caliente mientras sonreía amistosamente:
—No has comido nada antes. Toma un poco de sopa o tendrás tanta hambre que no podrás dormir después.
Situ Han levantó la cabeza para mirarla, pero por lo demás la ignoró. Sin reconocimiento por su parte, esto se estaba volviendo incómodo. Tragándose la vergüenza, colocó el cuenco en su mesa, pero no se fue. Al ver esto, Situ Han le preguntó con frialdad:
—¿Necesitas algo más?
Finalmente la miró. Chu Meng tomó rápidamente asiento frente a él, con una postura abierta y amistosa mientras le preguntaba:
—Si después de dos semanas resulta que realmente estoy embarazada, ¿qué piensas hacer?
Situ Han no lo dudó:
—Abortarlo.
Chu Meng respiró profundamente. Aunque ya se esperaba esta respuesta, quería intentar convencerle de lo contrario. Con un tono de voz engatusador, le dijo:
—¿Podrías dejar que me lo quedara? Te prometo que no te causaré ningún problema. Renunciaré, dejaré este lugar y encontraré un lugar donde nadie me conozca, para criar a este niño. —Cuanto más hablaba, más se agitaba—. Piensa que estás haciendo una buena obra al donarme tu esperma. Sin ningún tipo de presión.
Situ Han la miró como si fuera estúpida y le dijo:
—¿Me tomas por un niño de tres años?
Aparte de Yunqian, todas las demás mujeres que se acercaban a él, iban detrás de su dinero o de su estatus. Esta mujer hacía que todo pareciera tan fácil, pero estaba seguro de que cuando diera a luz al niño, ¡lo usaría contra él algún día!
Desesperada, Chu Meng levantó la mano para jurar:
—Estoy diciendo la verdad. Si no me crees, puedo hacer un juramento. Prometo que si algo de lo que te digo no es cierto, ¡que me caiga un rayo! Si todavía no me crees, podemos firmar un acuerdo. Te garantizo que cuando nazca el bebé, nos iremos y no volveremos a molestarte.
Situ Han clavó su oscura mirada en ella, percibiendo su ansiedad y la expresión esperanzada de su rostro. Después de varios latidos, torció los labios en una sonrisa burlona:
—Tengo que admitir que eres realmente buena actuando.
Chu Meng puso los ojos en blanco:
—¿De verdad crees que cualquier mujer que se acerque a ti va detrás de tu dinero? Empiezo a pensar que eres un caso grave de paranoia, ¡te sugiero que vayas a ver a un psiquiatra!
Situ Han la miró fijamente con una mirada tranquila. De repente, se crispó:
—¿Intentas usar la psicología inversa? Es una pena que eso no te funcione conmigo.
Chu Meng se quedó sin palabras. Por fin sabía lo aterradores que podían ser los hombres con cabeza de cerdo: no creerían ni una sola cosa que dijeras sin importar lo que hicieras.
—¿Qué puedo hacer para que me creas?