¡Ja! ¡Ni siquiera me llama Papá ahora! Bautista frunció los labios. Al darse cuenta de que la manta de los niños no estaba bien cubierta, extendió la mano y la ajustó para ellos.
Su esposa e hijos dormían junto a él. Bautista los observó suavemente por un rato. Solo cerró los ojos para dormir cuando todos estaban dormidos.
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