Capítulo 84 No rendirse nunca
Al frente del grupo, Blade y Alan luchaban a cada paso, arrastrando los pies. De los casi trescientos que habían empezado, solo quedaban cien detrás de ellos. La plaza estaba manchada de sangre, dejada por los discípulos que no pudieron soportar la presión y tosieron sangre por el esfuerzo.
Pasó más de media hora. Sebastián estaba ahí, empapado en sudor. Aunque no se había movido, la presión sobre él era inmensa. Ahora quedaban menos de una docena en la plaza. Blade y Alan seguían al frente, pero la sangre goteaba de las comisuras de sus bocas y estaban empapados en sudor. Esta era una prueba de resistencia como ninguna otra.
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