KAYLER
—Por Dios, mi cabeza duele —se queja Connor a la par mía. Estábamos sentados en la sala de la casa viendo algún programa en la televisión. Thomas y Connor se habían venido conmigo. Papá aún dormía y los demás chicos de la manada estaban en las habitaciones de invitados. La casa era enorme como para una manada entera. Y eso era lo que éramos.
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