Capítulo 9 Abre
Ruanruan estaba eufórica por haber comido pollo frito a espaldas de su estricto padre. Durante todo el camino de vuelta a la habitación del hotel se aferró a la pierna de Ruan Cheng. No era fácil caminar bajo estas circunstancias, pero de alguna manera ella se las arregló para cojear hasta la habitación.
—Es tarde. Los mandaré a su habitación a dormir —les dijo Ruan Cheng a los gemelos, que veían dibujos animados en su habitación.
Anan levantó la vista.
—No tenemos la llave.
Ruanruan abrazó a Ruan Cheng con su manita regordeta y se quedó dormida.
«¿Cómo voy a enviarlos de vuelta sin la llave?». Estaba en una contradicción y no tenía ni idea de cuándo el director terminaría su trabajo y regresaría al hotel.
—Llamaré al Señor Dong. —Ruan Cheng miró a Ruanruan, que estaba casi dormida en su regazo. No podía moverse sin despertarla, así que le pidió a Anan que tomara su teléfono. El niño se lo alcanzó.
De inmediato, Ruan Cheng se comunicó con sus compañeros para pedirles el número del trabajo de Dong Liyan.
Dong Liyan contestó el teléfono casi al instante, pero respondió:
—Siento molestarla, Señorita Ruan, pero el Director Mu está cenando con unos gobernadores y no terminará hasta dentro de un rato. ¿Le importaría dejarlos dormir en su habitación esta noche?
Ruan Cheng guardó silencio.
Acostó a los niños sobre las diez de la noche. Anan ocupó el lado izquierdo de la cama, mientras que Ruanruan durmió en el lado derecho. Dormían profundamente. Organizó el baño sin hacer ruido y acomodó la ropa de los niños en el sofá. Cubrió a Ruanruan con la manta y se acostó con mucho cuidado. Por suerte, la cama era bastante grande. Más que suficiente para un adulto y dos niños. Pasados cinco minutos, Ruan Cheng dormía como un tronco.
...
En la oscuridad de la noche.
El teléfono de Ruan Cheng comenzó a vibrar bajo su almohada. Casi no podía abrir sus ojos. Consiguió levantarse y agarró el teléfono. Era un número desconocido: 139-0909-9999. Aunque se trataba de una llamada molesta, era un número bastante bonito. Ruan Cheng contestó y preguntó sin rodeos:
—¿A quién desea?
—Abre. Soy yo —respondió una voz ronca y masculina. En medio de la noche resultaba aterradora.
—¿Abre? ¿Quién es? —Ella estaba cansada.
El otro lado del teléfono quedó en silencio, solo se escuchaba el sonido de la respiración. Ruan Cheng tardó unos instantes en reaccionar. Observó a los dos niños bajo la tenue luz de la luna, Anan y Ruanruan...
»¿Di... Director Mu? —preguntó.
—¡Abre! —La voz del hombre se tornó más fuerte.
Ruan Cheng se levantó de la cama con su corazón casi al detenerse por el susto. Antes de abrir la puerta se arregló su pijama y se aseguró de que estaba presentable. «El jefe vino por sus hijos. ¿Cómo pude hacerlo esperar tanto porque estaba dormida?», pensó Ruan Cheng con frustración.
Los niños dormían profundamente y no mostraban ningún indicio de despertar.
Ruan Cheng abrió la puerta. Mu Chenjue estaba de pie y erguido frente a la puerta. Tenía los ojos cerrados y estaba apoyado con una mano en el marco de la misma. En la otra mano sujetaba un abrigo y el teléfono que acababa de utilizar para llamar a Ruan Cheng. Era evidente que había estado esperando.
—Di... Director Mu... —lo saludó Ruan Cheng, pero no se atrevió a acercarse.
Mu Chenjue levantó la vista con una expresión cansada y la miró con el ceño fruncido. Aunque era claro que estaba borracho, esto no ensombrecía su carisma. Parecía que nada podía empañar su aura majestuosa. La observaba con una mirada que daba la impresión de que llevaba largo rato viéndola. No dijo nada.
Ruan Cheng se apartó para que él pudiera entrar a buscar a sus hijos. Cuando pasó junto a ella, pudo percibir que Mu Chenjue apestaba a alcohol mezclado con un fuerte olor a nicotina. Ella se quedó junto a la puerta y no se atrevió a moverse ni a mirar. Las luces del corredor eran deslumbrantes. Todo el sueño había desaparecido por completo de su sistema. Permaneció junto a la puerta abierta, como un guardia, mientras el jefe sacaba a sus hijos.
El tiempo pasaba.
Ruan Cheng ni siquiera oyó a los niños despertarse. Cerró la puerta y, confundida, se dirigió despacio a su dormitorio. Solo había una pequeña lámpara encendida en la mesita de noche y no era tan deslumbrante como la del corredor.
Bajo la tenue iluminación se encontraba una imagen reconfortante. Su cama había sido ocupada por esta familia de tres. El padre, que acababa de regresar de un ajetreado día de trabajo, dormía junto a sus dos hijos. «¿Debo despertarlo? Si lo despierto, ¿me despedirá en un ataque de ira? Pero si no lo hago, ¿dónde voy a dormir?». Ruan Cheng reflexionó durante un rato, pero decidió que era demasiado arriesgado echar a aquel hombre borracho de su habitación. Se puso una chaqueta y salió. Tomó la llave de su habitación y llamó a la compañera de trabajo que la acompañaba.
Lo sentimos, el móvil que usted llama está apagado, escuchó el mensaje automático de su teléfono.
Ruan Cheng se apoyó en la pared del pasillo, inquieta. Había olvidado preguntar a su compañera en qué habitación se alojaba. Después de pensarlo, llamó a Dong Liyan. ¡Nadie contestaba el teléfono; era probable que también estuviera borracho! Ruan Cheng no tuvo más remedio que reservar otra habitación.
Sin embargo, en la recepción le respondieron:
—Lo siento, Señorita Ruan, pero no quedan habitaciones disponibles. Todas las reservaciones deben hacerse al menos con una semana de antelación.
—Oh, gracias.
De regreso a su habitación Ruan Cheng se encontraba muy confundida. ¿Debía esperar afuera toda la noche? Alrededor de la una de la madrugada, la puerta del ascensor se abrió. Salieron un hombre y dos mujeres. Estas iban muy maquilladas y el hombre iba vestido como un vaquero. Tenía la cabeza llena de cicatrices y su aspecto era intimidante. Besó a las dos mujeres que estaban entre sus brazos y ellas se rieron. Al ver a Ruan Cheng, su atención se dirigió hacia ella y se le acercó.
—¿Qué belleza tan solitaria tenemos aquí? ¿De dónde eres? ¿Te apetece unirte a nosotros? Te garantizo que te haré sentir muy bien.
—¡Está loco! —exclamó Ruan Cheng molesta y corrió a su habitación para refugiarse.
Al entrar en su habitación se apoyó en la puerta y respiró profundo. La persona que estaba al otro lado llamó varias veces. Ruan Cheng se asustó y no se atrevió a quedarse allí, sino que se dirigió al baño. Siempre había sido tímida y, ante esta situación, el corazón se le quería salir del pecho. Antes de que pudiera procesar lo sucedido, sintió dos manos cálidas y grandes que la sujetaban por detrás. Pasaron por debajo de su ropa, desde su chaqueta, y se desplazaron hacia arriba. Se volteó asustada. La puerta de madera del baño se abrió y sin tiempo para reaccionar, ella perdió el equilibrio y cayó en los brazos de un hombre.
—¡Ah...! —gritó mientras miraba hacia abajo. Poco después, el grito se convirtió en un gemido con un toque de placer—. Mmm...
El baño estaba oscuro y húmedo por el calor. El único hombre en la habitación era el Jefe Mu Chenjue. La identidad de aquella persona que la empujó contra la pared no era difícil de adivinar. Ruan Cheng frunció el ceño y lo empujó, pero no pudo librarse de él. El forcejeo solo dio paso a un mayor contacto y a una intensa excitación, no provocada por la fricción. En medio de esta situación, el hombre se abalanzó sobre ella y la besó con mucha fuerza. Tanto así, que sus labios estaban ardientes. Huyó del fuego para caer en las brasas. Ruan Cheng tenía miedo, pero no podía gritar con los labios sellados. Mientras aquel hombre la besaba con fervor, en una noche misteriosa y oscura, ella sentía una gran tensión. Contuvo la respiración, pero los sonidos de protesta acabaron por convertirse en un ligero placer. Eran débiles, pero parecían alimentar los deseos carnales del hombre.