Capítulo 8 Una atmósfera incómoda
Ruan Cheng no dijo nada luego de que la mirara con desprecio. El tiempo pasaba lentamente.
—La atmósfera aquí es muy incómoda —dijo el niño.
La niña asintió. Ruan Cheng se quedó pensativa.
»Señorita, puede llamar a mi padre y decirle que no quiere cuidar de nosotros —dijo el niño. Era un pequeño muy agresivo.
Ruan Cheng sintió la necesidad de explicarse:
—¿Quién dijo que no quiero cuidarlos? —Nadie se atrevería a decir que no estaba dispuesto a cuidar de los hijos del jefe. Eso le traería problemas.
—Bueno, esa no es la actitud de alguien que quiere cuidar de nosotros. —Era obvio que el niño no se sentía bien en aquel lugar. «Esta chica parece mucho más tonta que las demás».
Ruan Cheng, se quedó pensativa una vez más. Debería haber comprobado su horóscopo antes de salir de casa.
—Ven aquí hermano. —La niña notó que Ruan Cheng se sentía incómoda con la situación y, muy enojada, arrastró a su hermano.
Ruan Cheng exhaló profundo y fue a ver a los dos chicos al baño.
En el baño.
—Hermano, ¿por qué trataste así a la señorita bonita?
—Está cuidando de nosotros no porque quiera hacerlo, sino porque tiene dobles intenciones. Estas chicas bonitas solo nos atienden porque quieren casarse con papá. —El niño sintió pena por la ignorancia de su hermana.
—¿Casarse con papá? —La niña estaba confundida.
—Al menos las otras intentan entretenernos, ¡pero mírala a ella! —continuó explicando su hermano.
Si esta señorita estuviera casada con su papá, seguramente sería desagradable con ellos.
La hermana mantuvo su postura.
—¡El bisabuelo siempre nos dice que no juzguemos un libro por su portada!
El hermano continuó furioso:
—No me importa lo que sientas. Solo tengo una madre ¡y es la mujer que me dio a luz!
Ella también se enfureció y replicó con inocencia:
—¡El bisabuelo dijo que nos trajo la cigüeña!
—¡Idiota! —Él se puso rojo de ira y salió molesto del baño.
Ruan Cheng casi saltó del susto. «¡Qué actitud!».
—Lo siento, no sé lidiar con los niños sin arruinar el ambiente. —Ruan Cheng se sintió culpable por esto.
La niña hizo una mueca.
—¡Es culpa de él!
Ruan Cheng miró al niño e intentó salvar la situación.
—¿Quieren ver los dibujos animados? ¿Quieren ver Peppa Pig o Power Rangers? —Tomó el control remoto del televisor.
—¡Qué infantil! —El niño no pudo evitar burlarse de ella por su estupidez.
Ruan Cheng se sintió avergonzada.
La habitación quedó en silencio otra vez.
»Señorita, ¿por qué no pregunta cuántos años tenemos?
Ruan Cheng captó la indirecta y preguntó:
—Entonces, ¿cuántos años tienen?
—Yo tengo cinco años y mi hermano también.
—¿Ya comenzaron a ir a la escuela? —«Si ya van la escuela, al ser jueves, deberían estar ahí ahora».
—Mi hermano y yo tenemos clases. Nos educan en casa, pero esta vez papá nos trajo para jugar. Él dice que en esta ciudad hay una rueda de la fortuna enorme —describió la hermana con detalle.
—¡Oh! —exclamó Ruan Cheng.
—Deme su teléfono. Quiero llamar a mi papá —pidió el niño.
Ruan Cheng se quedó atónita; no obstante, le dio el teléfono. Mu Ancheng buscó el número de su padre en WhatsApp, pero no lo encontró.
»¿No tiene los datos de contacto de mi papá? —preguntó el niño.
Ruan Cheng negó con la cabeza.
—No lo tengo.
El niño no parecía convencido y frunció el ceño.
—¿De verdad no lo tiene?
—¡Como te dije, esta señorita no es una mala mujer que quiere ser nuestra madrastra! —La niña miró a su hermano desde su asiento.
Él la observó lleno de culpa y ni siquiera se atrevió a mirar a Ruan Cheng.
¡Ruan Cheng por fin comprendió! Entendió por qué el pequeño bribón era tan agresivo con ella.
—Siento que debo aclarar las cosas. Su padre los dejó en manos del Señor Dong Liyan y él me pidió que los cuidara porque estaba ocupado con el trabajo. No tengo ninguna relación con su padre fuera de lo profesional. Solo soy su subordinada. —Ruan Cheng miró al niño a los ojos y luego a su hermana.
Él la miró con curiosidad.
Ruan Cheng aclaró:
»Su padre y yo somos diferentes. Algunas personas nacen para ser especiales y otras para ser ordinarias. Buscan objetivos diferentes y pertenecen a círculos sociales distintos. No es posible forzar la unión entre este tipo de personas. ¿Lo entienden?
—No… —La pequeña negó con la cabeza sin comprender.
Ruan Cheng se volteó hacia el hermano y este le respondió:
—Lo entiendo. Papá es de la clase alta, mientras que usted es una simple campesina.
Ruan Cheng se rio.
—Esa es una manera despiadada pero precisa de describirlo. Hay una gran diferencia entre su padre y yo. No se preocupen. Aunque él sea el único hombre sobre la faz de la tierra, yo nunca sería la madrastra de ustedes. ¿Lo entienden ahora?
La hermana miró fijó a Ruan Cheng y asintió, pero era difícil saber si en realidad lo había entendido.
»Bueno, vamos a tratarnos como amigos. Mi nombre es Ruan Cheng, así que pueden llamarme Señorita Ruan o Señorita Cheng —se presentó.
—Soy Mu Ruanruan.
—Soy Mu Ancheng, pero me puede llamar Anan —se presentó el niño también y su hostilidad se desvaneció en el aire.
«¿Mu Ruanruan? ¿Ruan? ¿Mu Ancheng? ¿Cheng? ¿Ruan? ¿Cheng?». Ruan Cheng de repente sintió que conocer a esos niños estaba en su destino.
Una vez aclarado el malentendido, los dos hermanos disfrutaron de su tiempo con ella.
La cena con los compañeros de trabajo de Ruan Cheng fue cancelada. Los otros dos colegas fueron a trabajar luego de cenar, pero el trabajo actual de ella consistía en entretener a los hijos del jefe.
Al principio, Ruan Cheng fue cautelosa con los niños por miedo a que se hicieran daño. Al cabo de un rato, mientras jugaba con ellos en la alfombra, sintió una sensación de satisfacción y pena. Su hija tendría ahora la edad de Anan y Ruanruan. A través de sus rostros sonrientes, ella casi podía verla. ¿Quién podría saber si se encontraba bien?
Ruan Cheng llevó a los dos pequeños a cenar. El restaurante del hotel tenía todo tipo de comida. Ruanruan se sentó y comió un poco, pero le llamó la atención el pollo frito que un niño comía en otra mesa. La boca se le hizo agua.
—Límpiela. Está sucia —reprendió Anan con el ceño fruncido.
Ruan Cheng se apresuró a tomar unas servilletas y limpió la saliva de la niña.
—¿Tu padre te prohíbe comer pollo frito? —Ruan Cheng no pudo evitar sentirse mal por ellos. Si a su propia hija se le antojara tanto comer pollo frito, probablemente la dejaría hacerlo, al menos una vez.
Ruanruan asintió, pero aún tenía su mirada fija en el pollo frito. Estaba tan distraída que dejó caer sus cubiertos al suelo.
—Disculpe, camarero. —Ruan Cheng hizo una señal para llamar a un camarero.
Diez minutos después.
Les trajeron dos trozos de pollo frito. Anan no quiso ninguno y dejó que su hermana comiera todo. Él tenía muchas ganas de probarlo, pero mintió:
—Cómete todo el pollo. Papá dice que un hombre debe atenerse a su moral.
Ruan Cheng no dijo nada, pero se sintió maravillada por su actitud. Para ser un niño que acababa de cumplir cinco años, sabía controlarse muy bien ante las tentaciones.
Algunos adultos eran capaces de recorrer el camino del éxito extraordinario, pero no todos los caminos eran tan perfectos como parecía desde afuera. Detrás del telón, nadie sabía con exactitud cuánto se habían limitado y qué expectativas tenían para sí mismos. ¿Como Mu Chenjue?
Este niño distante y cauteloso le recordó a Ruan Cheng las palabras de Li Xiao: «el jefe es un dictador implacable en el trabajo». ¡Y este pequeño era idéntico a su padre!