Capítulo 7 El comportamiento extraño de Li Ye
Ruan Cheng se marchó. Mu Chenjue dejó a un lado el plano que tenía en la mano, se dirigió al aparador y se sirvió una copa de vino hasta la mitad. Frunció el ceño y lo bebió de un trago. «¡Esos malditos deseos!».
Era bien tarde cuando Ruan Cheng salió de la oficina. Por fortuna, consiguió tomar el último tren a casa. Cuando llegó, respondió al mensaje que Li Ye le había dejado en WhatsApp. Después de enviarlo, buscó una maleta adecuada y comenzó a empacar lo necesario para el viaje del día siguiente. En ese momento, sonó su teléfono. Era Li Ye.
—¿Por qué no te has dormido? ¿No te dije que te acostaras temprano y no llamaras? —preguntó Ruan Cheng con preocupación al contestar la llamada.
—Todavía no hemos terminado. Voy a hacer horas extras en el hotel. Acabo de recibir tu mensaje. ¿Por qué te vas también de viaje de negocios? ¿Con quién vas? —respondió Li Ye.
—Todavía no estoy segura de con quién voy. Lo sabré mañana —contestó ella.
—Si vas con compañeros hombres, asegúrate de mantener la distancia. Acabamos de empezar a trabajar con ellos, no los conocemos bien todavía —le aconsejó Li Ye.
—De acuerdo, entiendo —contestó Ruan Cheng. Oyó una serie de golpes, como si alguien estuviera tocando la puerta, en realidad parecía que trataban de derrumbarla—. ¿Qué pasa? —preguntó preocupada.
—Na... Nada en lo absoluto. Hablaré contigo más tarde. Voy a ver qué pasa fuera —tartamudeó.
Li Ye colgó antes de que Ruan Cheng pudiera decirle que se mantuviera a salvo. Ella miró su equipaje y luego su teléfono. No podía evitar preocuparse de que le pasara algo, ya que no estaba familiarizado con la provincia extranjera. La noche transcurrió sin problemas.
Al día siguiente.
Ruan Cheng recibió un mensaje de sus compañeros a primera hora de la mañana. Esperó a su colega en el vestíbulo de su apartamento. Se veía muy cansada pues había esperado por la llamada de Li Ye hasta altas horas de la noche. Este último nunca la llamó; intentó localizarlo, pero su teléfono estaba apagado.
Menos de veinte minutos después, un Bentley negro se estacionó y un hombre y una mujer salieron de él. Se presentaron de forma breve antes de subir todos juntos al auto. El viaje duró siete horas. Como también necesitaban un auto para desplazarse allí, los de arriba se encargaron de que el hombre condujera uno de la empresa para mayor comodidad. Ruan Cheng conversó muy animada con sus colegas durante el trayecto y en el auto se podía percibir una atmósfera muy cordial. Cuando llegaron a Ciudad H, ya era por la tarde.
—Primero podemos tomar un descanso y asearnos en nuestra habitación. Te llamaremos cuando sea la hora de cenar —le dijo su compañera Su luego de que se registraran en el hotel.
—De acuerdo —asintió Ruan Cheng.
Llevó su equipaje a su habitación y tomó una ducha antes de ponerse su pijama. Luego, sacó su ropa de trabajo, la planchó y la colgó. Después de acomodarse, ya eran las cuatro de la tarde. No había tenido noticias de Li Ye desde la noche anterior, ni siquiera un mensaje o una llamada. Aprovechó que tenía algo de tiempo libre y lo llamó. Su teléfono estaba encendido esta vez. Sonó varias veces, pero nadie respondió. Ruan Cheng se preocupó aún más. Volvió a llamar, pero la llamada fue rechazada. Li Ye envió de inmediato un mensaje por WhatsApp:
«Lo siento, estoy ocupado. Ahora no puedo atender las llamadas, pero me pondré en contacto contigo pronto».
Ruan Cheng respondió:
«De acuerdo, concéntrate en tu trabajo».
Parecía que estaba sano y salvo. La persona que le había tocado la puerta el día anterior podría haber sido un borracho que entró en la habitación equivocada.
Después de responder, Ruan Cheng dejó su teléfono a un lado para hacer otras cosas. En ese momento, el teléfono vibró. Se giró de nuevo para ver la notificación. Era un mensaje de WhatsApp lleno de tonterías:
«Ja, ja, ja, ja, supongo que mi bola de fuego abrió la cuota de localización...».
El remitente era el «ocupado» Li Ye. Ruan Cheng frunció el ceño y respondió con un signo de interrogación. Después de un momento, Li Ye le respondió:
«Estaba haciendo un dibujo técnico y mi mano se apoyó en el teléfono por error. El auto corrector hizo el resto, de ahí el mensaje incoherente».
Ruan Cheng no le dio mucha importancia.
Din, don... El timbre de la puerta sonó.
—¿Quién está ahí? —Ruan Cheng permanecía muy alerta pues estaba en una ciudad desconocida.
—Señorita Ruan, mi nombre es Dong Liyan, soy el asistente del Director Mu. Necesito que abra la puerta —respondió una voz masculina de mediana edad.
Dong Liyan era el asistente en el que Mu Chenjue tenía mayor confianza, así que todo el que trabajara en la Empresa T había oído hablar de él. Ruan Cheng podía ser nueva, pero sabía quién era. Abrió la puerta.
—Buenas tardes —lo saludó y de inmediato se fijó en los dos niños que estaban cerca de sus pies. Un niño y una niña, ambos rubios y adorables. Dong Liyan llevaba un traje.
—Estos son los hijos del Director Mu. Él está ocupado con el trabajo y no tiene tiempo para cuidarlos, así que... —le explicó Dong Liyan.
Ruan Cheng tuvo un mal presentimiento. El problema no era que no le gustara cuidar niños, sino que sentía que algo andaba mal. Estaba allí para trabajar, no para ejercer de niñera. La otra razón por la que se sentía incómoda era porque tenía miedo de pensar en su propia hija cuando se relacionara con otros niños.
—Yo... prometo que me portaré bien —dijo la niña en voz baja y miró a Ruan Cheng con ternura—. Hermano... —Vio que su hermano estaba callado. Hizo un mohín y le tiró de la esquina de la camisa para que dijera algo.
Ruan Cheng se volvió hacia el niño. Era por supuesto más alto que su hermana. Tenía una expresión distante, pero estaba claro que la amaba. Miró a Ruan Cheng y dijo:
—Prometo que yo también seré obediente.
Dong Liyan miró su reloj y dijo:
—Le dejaré a los niños entonces, Señorita Ruan. Tengo otros asuntos que atender, así que debo irme.
Ruan Cheng ni siquiera tuvo la oportunidad de objetar. Después de que Dong Liyan se marchara, los miró a los ojos y dijo:
—Pueden entrar los dos.
La niña tomó la mano de su hermano y entraron juntos en la habitación.
»¿Quieren algo de beber? —Ruan Cheng no tenía experiencia con niños y menos con los de estatus especial como ellos.
—Leche —respondió la niña mientras tomaba asiento en el sofá con obediencia.
Ruan Cheng se apresuró a buscar lo que la niña había pedido. La leche del minibar era cara. En un supermercado costaría centavos, pero su precio allí era mucho mayor. Suspiró por el precio, pero aun así abrió el recipiente y sirvió una taza para cada uno. El niño, aún distante, no bebió nada. Su hermana, sin embargo, movió las piernas con alegría mientras bebía y se lamió los labios, feliz. Ruan Cheng, un poco incómoda, miró a los dos niños en el sofá e intentó iniciar una conversación:
—Entonces, ¿son gemelos?
—Por supuesto —respondió el hermano con indiferencia y miró a Ruan Cheng con puro desprecio. «¡Idiota! ¡Cualquiera puede decir que somos gemelos a juzgar por nuestro aspecto!».