Capítulo 3 Nacimiento de gemelos
Ruan Yueyue había cumplido veinte ese año y, de alguna manera, empezó a faltar a clases durante el segundo año de la escuela secundaria. Fumar, beber y salir por la noche eran parte de su rutina diaria. Por tal razón, Ruan Cheng no tenía una buena impresión de su hermanastra. Su padre, Ruan Likang, no era un hombre rico y solo había conseguido ahorrar seiscientos mil en su vida. Para sostener a la familia de su segundo matrimonio, trabajó duro todos los días hasta que se enfermó y empezó a tener problemas en el hígado. Incluso cuando el médico le anunció que se estaba muriendo, se negó a utilizar sus ahorros para el tratamiento. Dos meses atrás, Ruan Likang dejó claro que había abandonado el tratamiento. Cuando el paciente quiso morir, nadie pudo hacer nada, ni siquiera el médico y su hija biológica. Con lágrimas en las mejillas, Ruan Likang enunció sus últimos deseos:
«Cheng, solo he conseguido ahorrar seiscientos mil para ti. No te entristezcas después de mi muerte. Cuando acabes con mi funeral, puedes utilizar el dinero para estudiar en el extranjero. Te deseo lo mejor en tu futuro. ¡No seas codiciosa como tu madre, ni tan incompetente como yo! Si me escuchas, ¡podré descansar en paz si muero ahora!».
Al recordar todo aquello, a Ruan Cheng se le llenaron los ojos de lágrimas. Como su padre insistía en destinar los seiscientos mil que había ahorrado para sus estudios, tuvo que vender en secreto su cuerpo a cambio de una suma de dinero y un trasplante de hígado compatible con el suyo.
De pie afuera de la habitación, al ver la mirada cariñosa de su padre y su madrastra, no se sintió feliz; al contrario, estaba más intranquila que nunca. Al final no entró y bajó las escaleras. Justo en ese momento, Ruan Cheng se encontró con Ruan Yueyue.
—Miren nada más, si no es otra que nuestra buena chica, Cheng. —Ruan Yueyue empujó ligeramente a Ruan Cheng con la mano en la que sostenía un cigarrillo y luego sopló el humo hacia ella. Después de observarla con detenimiento, chasqueó la lengua—. Estás bien desarrollada para una joven de dieciocho años. Tu padre está a punto de morir y no tiene dinero para el tratamiento. ¿Considerarías vender tu cuerpo para prolongar su vida?
Ruan Cheng miró a su repugnante hermanastra con indiferencia. En ese momento sintió que explotaría si no liberaba su ira y, por tanto, respondió de forma sarcástica:
—Cada vez que abres la boca es para hablar m*erda.
Ruan Yueyue abrió los ojos y se enojó al instante por causa de la actitud de Ruan Cheng.
—Maldita mocosa, ¿cómo te atreves a responderme así?
Sin embargo, Ruan Cheng se limitó a ignorarla y se alejó con tristeza.
«¿Cómo se atreve a alejarse así de mí?». Ruan Yueyue estaba tan enojada que le temblaban las manos. Se dio la vuelta y maldijo:
»¡Deja de hacerte la inocente! ¡Me muero de ganas de que le muestres a todos tu verdadero yo! Tu padre dijo que tu madre es una p*ta. Así que te sugiero que vayas a un hospital confiable para que te examinen. Me preocupa mucho que seas una pequeña p*rra cruzada con los genes de cien hombres.
Cuando Ruan Cheng estaba embarazada de siete meses, sintió claramente que la criatura en su interior había cobrado vida, pues ya le daba pataditas. Era una dicha que solo una madre podría entender. Luego, se imaginó cómo sería el bebé después de nacer. «¿Será un niño o una niña? ¿Será que mi vientre tan grande se debe a la sobrealimentación?».
Desde la última vez que fue al hospital y supo que su padre había aceptado que Ruan Yueyue estudiara también en el extranjero, Ruan Cheng rara vez volvió a ir.
El problema no era que ya no amara a su padre, sino que su vientre había crecido mucho. Temía que él lo notara si lo visitaba muy a menudo, a pesar de llevar el abrigo de plumas holgado que lo cubría. Además, Li Huizhen se quedaba junto a la cama del hospital todo el tiempo. Se preguntaba si en realidad estaba velando por su esposo o por los ahorros para Ruan Yueyue. Ruan Cheng esperaba que fuera lo primero.
Después de algún tiempo, Ruan Cheng se enteró de que su padre había regresado al trabajo y estaba muy ocupado, ya que seguía haciendo horas extras y viajes de negocios. Esto hizo que se enojara y se sintiera impotente. Se comunicó con su padre por teléfono una y otra vez, pero fue en vano.
La fecha del parto estaba prevista para después de la celebración del Año Nuevo Lunar. En el salón de partos exclusivo de un hospital privado, varias doctoras la atendieron y examinaron con extremo cuidado durante todo el día, para no cometer la más mínima negligencia. Ruan Cheng nunca se preocupó por la identidad del padre del bebé; pero, en algunas ocasiones, aquellas personas hablaban de él frente a ella. Aunque no decían su nombre, estaba segura de que probablemente no era un hombre de negocios corriente.
No obstante, la chica no conocía en absoluto su propio estado físico. Escuchó al doctor discutir los resultados y decir que le practicarían una cesárea. Entonces, la llevaron al salón de operaciones. No sintió ningún dolor durante el proceso. Sin embargo, pensó que lo sentiría cuando se le pasara el efecto de la anestesia. El bebé llevaba casi nueve meses en su cuerpo y ahora, de repente, lo daría a luz. Pronto lo separarían de ella. La idea de estar lejos de su propio hijo era muy dolorosa. De hecho, era insoportable. Sin darse cuenta, su rostro se llenó de lágrimas. «¿No es este un acuerdo justo? Sin embargo, ¿por qué me sigue doliendo tanto el corazón?».
Deng Fang prestó atención a las emociones de Ruan Cheng durante todo el proceso mientras la veía llorar de impotencia. Finalmente, cuando todo terminó, siguió la orden y le dijo:
—Solo tiene diecinueve años. Todo este asunto será un secreto que guardará en su corazón. Espero que pueda superarlo cuanto antes. Le deseo que sea muy feliz. —Eran palabras de consuelo, pero eran crueles.
—¿Puedes decirme si es un niño... o una niña? —preguntó Ruan Cheng con debilidad.
—Es una niña muy sana. —Deng Fang siguió las instrucciones del Patrón Mu. Tuvo que mentirle para evitar futuros problemas.
De hecho, había dado a luz a gemelos, un niño y una niña, ambos sanos. Cuando cerró los ojos, Ruan Cheng estaba cansada, tenía sueño y su rostro estaba pálido. «Tengo una hija. Una nueva vida ha nacido en este mundo y es mi hija».
Ruan Cheng solo estuvo diez días en el hospital. No podía soportar el ocio del hospital y tampoco el dolor de pensar todo el tiempo en el tema de su hija. «¡Qué acuerdo tan patético!».
Tras recibir el alta médica, volvió a la casa alquilada. Lo primero que hizo fue llamar a su padre. El teléfono de Ruan Likang lo respondió Li Huizhen.
—Cheng, tu padre está ocupado. ¿Tienes algo que decirle?
Ruan Cheng se quedó atónita. «¿Por qué se ha vuelto tan difícil hablar con mi padre?».
—¿Cuándo terminará mi padre su trabajo? —preguntó.
—No estoy segura. Él está trabajando mucho para que te vayas al extranjero. Le pediré que te llame cuando haya terminado, ¿de acuerdo? —dijo Li Huizhen.
—Esperaré su llamada. —Ruan Cheng bajó la cabeza y colgó.
De hecho, sabía que Li Huizhen no le diría a su padre que había llamado. Podía contar a sus familiares con los dedos de una mano. Su padre había ido a otra ciudad a trabajar duro por su familia. Su hija recién nacida podría estar en esa ciudad o en otra. Desde su nacimiento, la bebé solo le pertenecía al hombre con el que había hecho el acuerdo. En cuanto a su madre, parecía no haber existido nunca. Ruan Cheng no conocía la apariencia de esa mujer, ni cómo o dónde estaba, y tampoco la había extrañado nunca.