Capítulo 5 Dime quién es ella
Tras haber terminado la llamada, Andrés se apresuró a salir de la oficina y clamó:
—Por favor, espere, gran señor Tamarín. Aceptaré a la señorita Sofía.
Su actitud cambió rotundamente, incluso José no sabía por qué el director cambió de opinión tan de repente.
—¿Está seguro, señor Lagos? —preguntó.
—No hay problema, gran señor Tamarín. Le asignaré su lugar de inmediato.
Luego, Andrés llamó al director académico de la escuela y le informó del ingreso de la joven. Sofía continuó con la inscripción, pero sabía que el asunto no era tan simple como parecía.
El director académico le asignó rápido el aula de peor rendimiento de la escuela. Tras recibir su uniforme, la acompañaron al aula ocho, a la clase del profesor Darío Heredia y, antes de marcharse, José le dijo:
—Tendré que molestarlo para que vigile a mi nieta, señor Heredia.
—¡No es ninguna molestia, señor! Puede irse; ya comenzaremos la clase —contestó de manera cortés.
Era la única respuesta que podía dar, ya que todos los alumnos del Colegio Secundario Principal de Jujuy tenían un padre adinerado o influyente al que los profesores no podían permitirse ofender. Por casualidad, el profesor estaba a cargo de la tercera clase del día para los alumnos de último año en el aula ocho, así que acompañó a Sofía a ingresar y, cuando ingresaron, anunció:
—Hola a todos, tenemos una nueva alumna en nuestra aula, ya se va a presentar. Por favor, denle una cálida bienvenida.
La joven subió al estrado en el frente del aula y escribió su nombre completo en la pizarra.
—Hola a todos, soy Sofía Tamarín —declaró.
«¿Sofía Tamarín?». Sus nuevos compañeros enseguida susurraron con furia entre ellos.
—¿No es la Sofía Tamarín a quien expulsaron hace cinco años?
—¡Creo que sí! Solía estar en mi clase.
—Oí que abortó cuando tenía entre quince y dieciséis años. ¿Saben si es cierto?
—¡Sí! En ese entonces...
—Muy bien, acomódense todos. Hay un asiento al final del aula, Sofía. Puedes sentarte ahí —dijo de repente Darío.
La joven se dirigió obedientemente a la última fila e ignoró las miradas malévolas que le dirigían. Los alumnos de último año de esa aula no obtenían notas espectaculares. Desde luego, la mayoría provenían de círculos de élite, así que su educación significaba que estaban muy lejos de ser cobardes. Una vez que Darío terminó la clase, Yeimi Lazo se acercó a ella y se burló:
—¡De verdad eres tú, Sofía! No puedo creer que seas tan insensible como para volver a Jujuy. Si yo fuera tú...
—Cierra la boca —la interrumpió de manera brusca.
Yeimi pertenecía al grupo de Victoria y había participado en atormentar a Sofía en el pasado. Esta tenía dolor de cabeza después de una noche de insomnio en una casa desconocida y no estaba de humor para soportar la actitud remilgada de su compañera. Por desgracia, Yeimi no le temía en absoluto, así que agarró su mano y continuó:
—Ya no estamos en Horneros, Sofía. ¿Crees que eres alguien en Jujuy? —Seguía creyendo que la hermana de Victoria era tan sumisa como antes.
La joven entrecerró los hermosos ojos con seriedad. En un santiamén, giró la mano, agarró la muñeca de Yeimi y se la dobló rápido hacia atrás.
—¡Ayyy! —gritó de dolor.
Sus compañeras se dieron cuenta de la amenaza que reflejaban los ojos de Sofía y nadie se atrevió a dar un paso adelante para interrumpir la pelea.
—No quiero causar problemas, pero tampoco quiero que me tomen de punto para que me acosen. Recuerda esto, no soy la misma de hace cinco años; nadie puede pisotear mi dignidad. ¡Ah, claro! Seguro que recuerdan lo que me hicieron hace tiempo; así que me aseguraré de que pronto paguen con la misma moneda —declaró.
De repente sintió que volver había sido la decisión correcta. Después de eso, empujó a Yeimi de manera brusca y eso hizo que esta cayera al suelo y se quedara boquiabierta. Sofía era aterradora.
«No puedo permitir que siga en Jujuy. ¡Tenemos que deshacernos de ella!».
La joven pasó las dos clases tumbada sobre su pupitre, dormida. Al terminar las clases, tomó su mochila y se fue. Acababa de poner un pie afuera de la escuela cuando vio que Felipe la esperaba allí. «El señor Lagos debió haber cambiado de opinión debido a ellos». Antes de que el empleado dijera algo, ella subió con decisión al auto junto a él. El hombre no pronunció ni una sola palabra de lo que había planeado decir.
—Tiago Lombardo, ¿no? Te salvé la última vez y tú me has ayudado hoy, así que ya no nos debemos nada. No vuelvas a buscarme —anunció, con impaciencia en su mirada.
Ella creía que los dos eran personas complicadas, entonces no deseaba involucrarse más con ellos.
—Mi vida vale una fortuna —respondió Tiago.
Él solo le había pedido a Felipe que hiciera una llamada y eso no fue nada comparado con lo que ella hizo por él.
—Soy Tiago, de Grupo Lombardo y necesito tu ayuda —continuó.
Esas palabras inquietaron a su empleado, quien se quedó pensando. «Podemos tener a quien queramos en el mundo. ¿Por qué el señor Lombardo tiene que insistir en esta jovencita?».
Sofía miró fijo a Tiago y dijo de forma breve:
—Tengo malas notas y poca moral. ¿Qué quieres exactamente de mí?
La gente casi nunca miraba al hombre directo a los ojos, entonces supo en ese instante que estaba mirando a una joven extraordinaria.
—Tus habilidades médicas —respondió.
—¿Mis habilidades médicas? ¿Te estás burlando de mí? Soy estudiante de escuela secundaria y tengo dieciocho años, ¿qué voy a saber de medicina? He dicho esto muchas veces; logré sacarte la bala por casualidad así que estarías muerto si la suerte no hubiera estado de mi lado.
Tiago se limitó a insistir y dijo:
—Hablo muy en serio, Sofía. Por favor, considera con cautela mi ofrecimiento.
Se rumoreaba que Grupo Lombardo era la compañía con la que toda la élite de Jujuy quería relacionarse, pero esa joven parecía que estaba desaprovechando esa gran oportunidad. Sofía estaba demasiado cansada para discutir con ellos; estaba claro que no se rendirían a pesar de lo que ella dijera. Tras eso, la muchacha se bajó del auto.
—¡Solo sea honesto si está tratando de cortejarla, señor Tiago! Es evidente que no cree sus excusas extrañas —se quejó Felipe.
El hombre se quedó mirándola, totalmente cautivado por la joven. Después de salir del vehículo, a Sofia le sonó el teléfono; entonces lo desbloqueó y finalizó rápido la llamada al ver el número. La persona que llamaba no parecía entender el significado de rendirse y la llamó más de diez veces. Mientras se encogía de hombros producto de la resignación, terminó respondiendo y estaba furiosa:
—Más vale que tengas alguna noticia importante. Hoy estoy de mal humor.
—Fantoma, tu persistente mal humor nunca deja de sorprenderme. ¿Cuándo vas a volver? —Mariposa no se inmutó ante el arrebato de Sofía.
—¡Basta ya!
—De acuerdo. ¡Cielos! Hay un trabajo, ¿quieres tomarlo?
Fantoma era conocida por aceptar encargos dependiendo de su estado de ánimo, pero tenía una trayectoria impecable. Su condición de ser la miembro más joven de Alas de Luz apenas importaba, ya que era la mejor.
—No —respondió de manera cortante.
—Fantoma, esta tarea está relacionada con la seguridad de Internet en Distrito Jade. Espero que lo consideres con seriedad antes de rechazarlo —la instó.
Si Fantoma hubiera rechazado cualquier otro encargo, Mariposa la habría dejado en paz.
—¿Seguridad de Internet? —A Sofía le despertó el interés—. Bien. Envía la información. —Finalizó la llamada justo después de decir eso.
Mariposa tenía más detalles que decir, pero dejó de hablar tras escuchar las instrucciones, así que preparó rápido la información para que Sofía la viera.
Mientras tanto, Tiago se había apresurado a volver a las oficinas de Grupo Lombardo tras recibir una llamada de Camilo Quiroga.
—Apareció Fantoma, señor Tiago —declaró emocionado.
Nadie se sorprendería que se desmayara tras descubrir la aparición de su ídolo.
—Reúne a todos en la compañía. Debo averiguar quién es Fantoma —le ordenó.
Ese personaje era el jáquer más hábil en ese momento y nadie conocía su género ni identidad. Era venerado como una leyenda y todas las compañías internacionales querían contratar sus servicios. Con Fantoma al mando, la inseguridad de Internet sería un asunto del pasado.