Capítulo 3 ¿Acaso tiene familia?
A la mañana siguiente, Sofía llegó a su aula y le dijeron que el director había ido a buscarla tres veces seguidas.
—Sofi, ¿hiciste algo malo?
Todo el mundo sabía que había sido una delincuente a quien le encantaba participar en peleas; sin embargo, nadie la había visto pelear una vez que la habían cambiado a esa escuela. Sofía solía dormirse en clase, pero casi todos lo hacían, ya que era el peor colegio secundario de todo Horneros, así que los profesores ni siquiera se molestaban en retarlos por hacerlo.
—No te preocupes; iré a su oficina. —Tiró la mochila sobre el escritorio y fue a la dirección.
El director, Vicente Zuller, apenas podía contener su ira.
—Sofía Tamarín, ¿cómo pudiste? No me importa que tengas mala reputación, pero ¿por qué golpeaste a Jacinto Reyes? ¿Sabes quién es? ¡Es el hijo de Pedro Reyes, el subdirector! No puedo creer que seas tan valiente como para golpear al hijo de un funcionario de gobierno. Tuvieron que llevarlo al hospital. ¿Qué harás ahora? —Vicente ya se había arrepentido de haberla admitido en el colegio—. Llamé a tu madre. No eres lo suficientemente buena para nosotros, así que no vamos a aceptarte aquí. Eres libre de ir a cualquier escuela que se atreva a admitirte —concluyó furioso.
Sofía no dijo ni una sola palabra. Pronto, su madre, Clara López, llegó al lugar.
—Señor Zuller, ¿qué ocurrió? ¿Hizo algo malo otra vez? —No preguntó por los detalles y asumió que ella tenía la culpa.
—Ya no podemos enseñarle a su hija. Por favor, llévesela hoy. Ofendió al señor Pedro Reyes, el subdirector de una agencia gubernamental; gracias a ella estoy en problemas. No debería haberla admitido. —Vicente la expulsó de inmediato sin darle a Clara la oportunidad de hablar.
Al oír eso, Sofía giró y salió de la dirección dando grandes pasos.
—Señor Zuller, Sofía aún es joven. Por favor, dele otra oportunidad. Si la expulsan de aquí, ninguna otra la aceptará —suplicó Clara; estaba muy nerviosa.
—Señora Tamarín, no puedo ayudarla. Debería preocuparse por el señor Reyes. —Vicente mantuvo firme su postura.
Sin más remedio, Clara salió de la oficina de mala gana. Se frustró cuando vio a Sofía afuera, entonces levantó el brazo con la intención de darle una bofetada, pero, sin embargo, Sofía la tomó del brazo y la miró con apatía.
—Señora Tamarín, ¿qué haces? Tú y la familia Tamarín deberían mantenerse al margen de mi vida. Me sacaron de sus vidas, ¿no? Dejen de meter las narices en mis asuntos.
«Hicieron su elección hace cinco años, ¿verdad? Eligieron a Victoria y yo era la hija no deseada».
—Sofía, ¿qué dijiste? ¿Cómo pudiste ser tan grosera? ¿Qué más podemos hacer después de tu humillante incidente? Tú fuiste la razón por la que nuestra familia se convirtió en el hazmerreír de Jujuy. ¿No aprendiste de tu error? —le preguntó.
Sofía se sintió decepcionada tras escuchar esas palabras. A pesar de ser su madre, Clara nunca había confiado en ella.
—Te humillé, así que corté todo tipo de relación con la familia Tamarín. Si muero o no, no es tu asunto. Deja de acercarte a mí o de entrometerte en mi vida —dijo Sofía con calma.
Luego, se fue al aula, agarró la mochila y salió de la escuela.
Clara se decepcionó aún más al ver lo testaruda que era Sofía. «No puedo ignorarla porque, pase lo que pase, sigue siendo mi hija. Además, si papá llega a casa y se entera de que la abandonamos en Horneros, no sé lo que hará. Después de todo, papá es quien más adora a Sofía».
—Señor Tiago, a Sofía la expulsaron de la escuela —dijo Felipe con rapidez—. Es la hija menor de los Tamarín de Jujuy, a quien abandonaron en Horneros.
—¿Es la hermana menor de Carlos Tamarín?
Esa familia no era tan importante, pero él sabía quién era Carlos.
—Sí, es la hermana menor de él. Al parecer, Sofía causó un problema en Jujuy por convivir con un rufián cuando estaba comenzando la secundaria e incluso abortó.
—¿Al parecer? ¿Cómo puedes creer un rumor sin fundamento?
«Sofía no es alguien que viviría con un rufián ni abortaría a su hijo en la secundaria. Eso es ridículo».
—Lo contó su hermana mayor, Victoria Tamarín —dijo mientras se rascaba con torpeza la nariz.
—¿Victoria? —Tiago no recordaba el nombre.
—Señor Tiago, este es un asunto personal de la familia. ¿Va a interferir?
—Sofía me parece muy interesante. Si la traemos de vuelta, podría sernos útil algún día —respondió.
—¿Qué? Señor, ¿piensa dejarla trabajar en Grupo Lombardo? —preguntó sorprendido.
—¿Por qué? ¿Tienes algún problema?
Felipe negó con la cabeza varias veces
—Por supuesto que no. No tengo ningún problema; usted manda —respondió, intentaba quedar bien con su jefe.
Se hizo de noche rápido, pero Clara no pudo encontrar ninguna solución. Ni siquiera llegó a conocer a Pedro en persona. Cuando estaba a punto de irse sin llevarse a Sofía, José Tamarín la llamó.
—Trae a Sofía como sea. Si no lo haces, no vuelvas a casa —ordenó en voz alta cuando lo atendió.
—¿Llevar a Sofía de vuelta? Papá, hace cinco años ella...
Antes de que ella pudiera explicarse, él ya había cortado. Clara se frustró al pensar que la gente de Jujuy iba a burlarse de ella; si la llevaba de vuelta, todos esparcirían rumores sobre ellos. Para su total sorpresa, Carlos se presentó ante ella.
—¿No estabas en Argelia? ¿Por qué estás aquí? —preguntó sorprendida.
—Mamá, vine para llevar a Sofía a casa —respondió cortante.
—Carlos, sabes de la reputación de ella en Jujuy. No podemos permitirnos humillarnos —insistió.
—No sabemos con exactitud qué pasó hace cinco años; por lo tanto, no podemos limitarnos a escuchar una sola versión de la historia. No creo que Sofía haya hecho nada para humillar a nuestra familia. En aquel entonces, le permití salir de Jujuy porque estaba sufriendo allí. Ahora es el momento de que vuelva para rendir el examen de ingreso a la universidad.
Ya que había tomado una decisión, Clara no dijo nada más pese a su antipatía por Sofía.
—Me temo que no volverá a casa contigo. ¿No la conoces? Es terca e insistente.
—No te metas en esto, ya puedes irte. La llevaré de vuelta a casa. —Sin más preámbulos, se dirigió hacia Sofía.
Sofía no sabía que se encontraría con él allí. «¿Qué hace aquí? Ya no tengo nada que ver con esa familia. Después de todo, eligieron a Victoria antes que a mí, ¿no?». Estaba a punto de pasar por delante de Carlos, así que él extendió la mano para impedir que se fuera.
—Soy yo, Sofi. Estoy aquí para llevarte a casa —dijo con ternura.
Sofía frunció el ceño. «¿Quiere llevarme a casa? Ni siquiera estuvo aquí durante mi momento más triste y difícil. Ahora no lo necesito».