Capítulo 94 Digiriendo el dolor
Cuanto más intentaba contenerlo, más aumentaba la tristeza en su interior, hasta que estalló. Bajó la cabeza hasta la fría barandilla del puente peatonal y empezó a llorar. Al principio suave, luego con más fuerza, los sollozos ahogados se convirtieron en un llanto desgarrador.
Félix estaba estupefacto. Se quedó paralizado en su sitio. En sus veintiocho años, ninguna mujer había llorado nunca delante de él, y ahora una sollozaba sin control justo delante de él. Le oprimió el pecho de una manera que lo dejó inquieto. Suspiró y sacó un cigarrillo, sosteniéndolo en su dirección.
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