Capítulo 22 Si nací para sufrir, no debí nacer
Lauren se sentó en el banco durante mucho tiempo, tanto que el cielo se oscureció y las farolas se encendieron, una por una. El cálido resplandor se derramó sobre ella, pero permaneció inmóvil, mirando fijo a lo lejos. Los autos pasaban rugiendo, las ráfagas de viento que dejaban atrás se enredaban en su cabello, al igual que su caótica y rota vida.
Lucas estaba de pie en las sombras cercanas, observándola en silencio. Su delgada y solitaria silueta lo atravesaba como mil agujas invisibles, y el dolor se extendía por cada centímetro de su cuerpo.
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