Capítulo 40 Dieciocho agujas espirituales
El salón de la mansión de Henry estaba lleno de una inquietante quietud. Era como si Robin hubiera hechizado a todo el mundo. Todos miraban, con los ojos muy abiertos, a Martin, que yacía inmóvil en la cama. Ya nadie se preocupaba de ver qué hacía Robin.
De la nada, Martin, que había estado inconsciente, ¡de repente tosió sangre!
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