Capítulo 44 No puedo dejarla escapar
Saúl vio a Cecilia, vestida con su fino camisón, completamente empapada. Estaba acurrucada en un rincón, con las manos y las piernas llenas de arañazos carmesí. Cerró rápidamente el grifo, tomó la bata y se la puso a Cecilia, protegiendo su figura sutilmente revelada.
—¿Estás bien? —preguntó con una voz que, aunque no era suave, sonaba algo débil a los oídos de Cecilia.
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