Capítulo 40 No pegó ojo
Mateo sólo regresó al dormitorio cuando ya casi amanecía. Se puso de puntillas a un lado de la cama como un ladrón, levantó suavemente las sábanas y se metió en la cama. Tras tumbarse, se quedó dormido en un santiamén, tal vez debido a su cansancio.
Mientras escuchaba sus ronquidos, apreté los dientes con resentimiento, con por el impulso de salir de la cama y apuñalar hasta la muerte a esta rata desalmada. Sin embargo, la cordura me recordó que no podía hacerlo. La mejor manera de hacer sufrir a una persona no es condenarla a muerte, sino mantenerla viva para que sufra. Lo dejaría libre con demasiada facilidad si lo apuñalara hasta la muerte ahora.
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