Capítulo 1 Infidelidad
—Alejandro Gutiérrez, a partir de ahora, ya no trabajas aquí. ¡Quítate el uniforme y lárgate!
Alejandro entró en la oficina de seguridad y de inmediato notó a Gerardo Rangel, el gerente, descansando en su silla. Gerardo estaba sentado detrás del escritorio, fumando un cigarrillo mientras dirigía una mirada despectiva hacia Alejandro.
Atónito, Alejandro frunció el ceño y preguntó:
—¿Me estás despidiendo? ¿Por qué?
—¿Por qué? —Gerardo estalló en risas—. ¿No sabes que la infidelidad de tu esposa es el tema de conversación en la ciudad? Corporación Cuatro Mares es la empresa líder en Ciudad Nébula. Valoramos nuestra reputación más que cualquier otra cosa. ¡Tus asuntos privados han dañado seriamente la reputación de nuestra empresa!
Alejandro quedó completamente sorprendido. Su rostro se contorsionó en una mueca mientras replicaba:
—¿Ella me engañó? ¡No puede ser! Gerardo, ni siquiera insinúes algo así. Si tienes un problema conmigo, entonces ve directo al grano. ¿Por qué tienes que ser tan despreciable como para acusar a mi esposa de algo que no hizo?
Gerardo mostró una sonrisa arrogante.
—¿Problema contigo? ¿Quién eres tú para que yo pierda mi tiempo difundiendo rumores sobre tu esposa?
Alejandro apretó los puños mientras gruñía:
—Hace unos días, fui a tu oficina para pedir un día libre para asistir a la reunión de padres y maestros en el jardín de niños de mi hijo. Sin embargo, cuando llegué, te encontré a ti y a la recepcionista en medio de un asunto ilícito. Parece que has estado guardando rencor contra mí desde entonces. ¿Es eso correcto? Por eso quieres deshacerte de mí.
La sonrisa de Gerardo se congeló. Apretó la mandíbula y escupió:
—¡Cállate! Alejandro, no eres más que un tonto. ¡Sí, quiero que te vayas! No eres más que un pedazo de basura que vive a expensas de una mujer. ¿Quién eres tú para enfrentarte a mí? ¡Puedo despedirte en cualquier momento! —Una sonrisa burlona se dibujó en sus labios mientras continuaba—: No inventé ese rumor. Es de conocimiento común en Ciudad Nébula que ella y Bruno Escobedo están involucrados románticamente. Parece que no estás al tanto, ¿verdad? ¿Has estado demasiado enfocado en tu trabajo? Pregunta a los demás si no me crees.
Alejandro clavó una mirada amenazante en Gerardo, su expresión se oscureció con un creciente sentido de animosidad.
Luego dio dos pasos hacia adelante.
¡Plaf, plaf!
Sin previo aviso, le dio a Gerardo dos fuertes bofetadas.
—Me iré como deseas, Gerardo, pero debes preparar mi salario completo. Espero que esté listo para mí cuando regrese a recogerlo hoy más tarde.
Con eso, giró sobre sus talones y se marchó.
—¡E-Eh! —Furioso, Gerardo se sujetó la mejilla enrojecida y gritó—: ¡Canalla! ¿Cómo te atreves a golpearme? ¡No te muevas! ¡Voy a hacerte pagar por esto!
Alejandro no se molestó en mirar hacia atrás y salió de la oficina.
Había terminado de discutir con Gerardo.
En el momento en que salió del edificio, Alejandro vio a algunos de sus compañeros de trabajo mirándolo con sospecha, lo que lo hizo fruncir el ceño.
—¿Escuchaste sobre su esposa convirtiéndose en la amante del Señor Escobedo?
—Por supuesto. Creo que toda la ciudad lo sabe. Como yerno que vive en casa, no tiene ningún derecho. Ni siquiera puede evitar que su esposa le sea infiel.
—Oh, eso es normal. Mira lo inútil que es. De seguro no es el más inteligente, así que no es sorprendente que Sara le sea infiel. El Señor Escobedo es atractivo y rico.
—He escuchado decir que Sara Gonzáles es la mujer más bonita de Ciudad Nébula. Esto nos sirve de lección de que no debemos buscar una esposa hermosa si no somos lo bastante ricos o capaces. De lo contrario, tendríamos que sufrir la infidelidad y presentarnos al trabajo con el corazón roto, como lo hizo Alejandro.
Para todos, Alejandro ya había sido cornudo.
Aquellos que lo conocían se sentían mal por él y le daban sus sinceras condolencias, mientras que aquellos que no lo conocían le lanzaban miradas despectivas.
Alejandro observó a la multitud con frialdad. Sus puños estaban tan apretados que las venas de sus manos sobresalían, revelando su intensa ira.
La mirada de Alejandro era tan aterradora que nadie se atrevió a provocarlo más y se apresuraron a entrar al edificio para ponerse a trabajar.
«Sara Gonzáles, ¿qué es esto? Después de casarme en tu familia, he hecho todo lo posible por ser leal a la familia. He hecho todo lo posible por tratarte con respeto y amabilidad. ¿Es así como se me recompensa por mi lealtad y dedicación?».
Los ojos de Alejandro se volvieron rojos mientras la rabia recorría sus venas.
Sacó su teléfono y llamó a su esposa, Sara.
Ring, ring, ring...
Pasó un tiempo antes de que contestaran la llamada.
—Estoy ocupada. ¿Por qué llamaste? —La voz helada de Sara resonó.
—¿Dónde estás? —Alejandro exigió, esforzándose por controlar su furia.
—Estoy en el trabajo —mintió Sara.
—¿De verdad? ¡Iré a tu oficina ahora mismo! —Alejandro respondió con frialdad.
Sara se quedó sin palabras.
—Sara, dile al perdedor que venga a la habitación 354 del Hotel Hyatt de inmediato —De repente, se escuchó la voz de Carmen Dante. Era su suegra, y era obvio que había escuchado su conversación.
—Mamá, ¿por qué le pides que venga? —Sara sonaba ansiosa.
Estaba desconcertada. A pesar del creciente resentimiento que sentía hacia Alejandro, una vez lo había amado profundamente. De lo contrario, no habría tomado la decisión de casarse con él en primer lugar.
Sin embargo, el comportamiento cobarde de Alejandro en los últimos años la había dejado descorazonada y desesperanzada.
Había querido armarse de valor antes de enfrentarse a Alejandro y discutir el divorcio esa noche en la comodidad de su hogar.
Pero, no tenía idea de que Escobedo difundiría la noticia a propósito.
Carmen parecía estar junto a Sara, porque su voz era fuerte y clara.
—¡Debería venir para que puedas terminar las cosas con él frente a todos!
Al escuchar eso, Alejandro terminó la llamada y se dirigió al Hotel Hyatt en su scooter eléctrico.
Su empresa estaba cerca del hotel, por lo que rápido llegó después de salir de la oficina.
Empujó la puerta de la sala VIP para ver a los Gonzáles adentro.
La abuela de Sara, Dora Gonzáles, su madre, Carmen, su hermano menor, Lucas Gonzáles, su primo, Jacobo Gonzáles, y muchos otros miembros de la familia estaban presentes.
«Parece que los Gonzáles se han reunido para una importante reunión de la que se olvidaron de informarme. Sin embargo, no voy a darle importancia a eso, ya que la actitud de Sara es más importante».
Sus ojos estaban rojos mientras los fijaba en Sara, que estaba sentada en medio de la habitación.
Sara parecía evitar su mirada, mientras que los demás le lanzaban miradas burlonas.
Su esposa lo había engañado, y la noticia se había compartido con malicia hasta que toda la comunidad fuera consciente de su estupidez.
—Estás aquí. Bien. Ve al Registro Civil y comienza el proceso de solicitud de divorcio —dijo Carmen sin rodeos.
La mirada de Alejandro no vacilaba mientras observaba con intensidad a Sara. Después de tomar una respiración profunda para calmarse, preguntó enojado:
—Sara, ¿por qué me hiciste esto? ¿Por qué traicionaste mi confianza y nuestro matrimonio?