Adrián suspiró ante la vergüenza de Catalina y entró en el baño. Ella cerró los ojos al oír el sonido del agua corriente. Cuando él salió, ella se había quedado dormida abrazada a una almohada. Él se rió sin poder evitarlo. Le acarició la cabeza:
—Buena chica. —Ella frunció despacio el ceño como si lo hubiera escuchado—. Después de mañana… —Suspiró—: Espero que no me culpes.
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