Capítulo 111 Encontré un pendiente de rubíes en casa
Dentro de una sala del Hospital Central de Rosedales yacía Penélope tranquila en la cama con los ojos cerrados. A su lado, Tomás estaba sentado en el borde del colchón, observándola de cerca sin decir una palabra.
Cuando Catalina entró en la habitación, ya eran las once de la noche. Alberto había llamado antes y le había pedido que volviera a casa a descansar, pero ella no se atrevía a hacerlo, ni siquiera para una breve siesta. Después de todo, ¿cómo iba a hacerlo si Penélope podía despertar en cualquier momento? Prefería quedarse a la espera con Tomás.
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