Capítulo 298 Su dolor
En el silencioso pasillo, Celia estaba sentada en una silla, suplicando a Hugo que se marchara, pero él se negó, apoyado en la pared, la miraba preocupado, reacio a marcharse, Celia ya no lo ahuyentaba y Michel no se atrevía a hablar en nombre de Hugo, lo único que podía hacer era permanecer al lado de Celia.
A medida que pasaba el tiempo, el médico y la enfermera se acercaban cada diez minutos para ver cómo estaba Caleb, que yacía en una bata azul claro, en apariencia ajeno al mundo, a través de la ventana de cristal, las emociones de Celia fluctuaban, derrumbándose y recuperándose, solo para derrumbarse de nuevo, ella sabía que no podía desmoronarse, su madre ya la había abandonado; no podía dejar que su padre la abandonara también.
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