«¡Dios mío! ¿Cómo pude intentar espiarlo así? ¿Y si solo llevaba puesta su ropa interior? ¿Seguiría mirando? ¿O qué pasaría si su toalla se soltara y cayera?».
La mente de Celia estaba llena de pensamientos sobre la apariencia física del hombre en ese momento, tanto por delante como por detrás. Tenía un cuerpo más que perfecto.
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